lunes, 12 de diciembre de 2016

AVENTURAS DE ARIÁN

Este pasado mes llegaron a casa dos nuevos libros: ¡Tachán, tachán! y Ojos de lobo. Ambos están ilustrados por la checa Lucie Mullerova y los publica Editorial Thule. Estos nuevos títulos me dan una gran alegría, son regalos especiales porque ambos están protagonizados por mi hijo Arián y eso me hace mucha ilusión.  

Gracias a Lucie por apostar por los textos y a José Díaz por confiar en los libros. 
Son textos poéticos, cada uno es un soneto inglés, sobre las andanzas de un niño pequeño, con páginas de cartoné y formato reducido.
A disfrutarlos.

 http://www.thuleediciones.com/#/works/%C2%A1TACH%C3%81N,%20TACH%C3%81N!/57ee7c83a2fc6159936407




http://www.thuleediciones.com/#/works/OJOS%20DE%20LOBO/57ee7abb45fd0096816401







lunes, 21 de noviembre de 2016

ENTREVISTA A BEATRIZ MARTÍN VIDAL

ENTREVISTA A BEATRIZ MARTÍN VIDAL


 “Me gustan las huellas que dejan las historias abiertas porque lo que queda es un mundo en el que puedes habitar”.



“Es maravilloso trabajar sobre historias que forman parte de la esencia cultural de las personas”.


Al lado de una preciosa pared vegetal, cerca de una pequeña selva vertical madrileña es el encuentro con una de las revelaciones de la ilustración española, con una de las nuevas artistas que enriquecen la literatura infantil internacional, con Beatriz Martín Vidal. La timidez inicial se desvanece a medida que sus palabras van poblando la estancia, como si su voz fuera un encantamiento para sus personajes, en poco tiempo hemos estado rodeados por ellos y nos han acompañado palabra a palabra. Durante la conversación, la ilustradora castellana nos ha dejado ver sus alforjas de memoria y recuerdos, nos ha permitido mirar tras sus ojos pardos y observar la ebullición de sus ideas, de sus planteamientos artísticos y de sus quimeras más lejanas. Gracias, Beatriz, por compartir con los lectores de Peonza una parte de tu vida de ilustradora y por hacer obras repletas de belleza e inquietud.



Iniciamos la entrevista hablando de tus comienzos, de tus primeros años, de tu formación y primeros pasos artísticos. Eras una lectora voraz en tu infancia y juventud, las historias resonaban dentro de ti y se transformaban en imágenes. ¿Qué libros recuerdas que te impactaron más?

Tengo que reconocer, como cualquier niño, que no tenía ningún criterio de calidad a la hora de seleccionar mis lecturas y gran parte de ellas fueron de muy baja calidad, incluso las que más me impresionaron. No lees igual cuando eres pequeño y cuando eres mayor y de pequeño eres sensible y estás abierto a cualquier impacto de las narraciones que te lleguen vía libro, vía cómic o vía película. Recuerdo las historias que se quedaron conmigo, las que me resuenan de mayor, esas son las verdaderamente importantes: como la La historia interminable, Alicia en el país de las maravillas, y muchas colecciones infantiles, como la de Alfaguara. No recuerdo haber leído álbum ilustrado, fui más lectora de novelas desde el principio.


¿Qué tipo de imágenes tenías alrededor que se quedaban en tu interior?

Desde bastante pronto empecé a leer cómics, fueron mis primeras narraciones visuales gráficas, desde el cómic americano al de Disney. Luego el cine fue un gran generador de imágenes. Y también hubo otra influencia muy importante: vivía en la casa de al lado de la escultora Ana Jiménez. Siempre ha sido mi tía Ana, mi madre y ella eran muy amigas y vivíamos casi en familia.  Fue una gran conmoción para mí poder ver el proceso creativo como algo natural, cotidiano y no como algo marginal. Para mí fue importante comprobar que se podía vivir haciendo esto y no hacía falta irse a ningún sitio para lograrlo.



Tus comienzos universitarios se decantaron hacia el Derecho, pero en un momento concreto te fuiste a Salamanca para estudiar Bellas Artes ¿Por qué hiciste luego Ilustración en tu ciudad? ¿Qué te atrajo de ella?

Era una asignatura que cogí en cuarto y que me gustó mucho. Entonces la impartía Miguel Ángel Fernández-Pacheco y no había más que un año. Cuando terminé la carrera hice el curso de formación pedagógica y tenía miedo a dejar de dibujar porque no quería entrar en una inercia sin  plazos y nada que te obligue. Entonces me apunté a la Escuela de Artes y Oficios de Valladolid y cursé Ilustración.


 En 2007, a la edad de 34 años, publicaste tu primer libro como ilustradora y en 2008 tu primer libro propio. A partir de ahí más de una veintena de obras, algunas propias, otras encargos editoriales o proyectos con autores. ¿Cómo te sientes después de estos intensos seis años de trabajo profesional en el mundo de los libros ilustrados?

Me siento completamente feliz y agradecida. El último año de la Escuela de Arte el mundo profesional de la ilustración lo veía como algo completamente lejano y casi imposible. No pensaba  que iba a poder vivir y trabajar regularmente como ilustradora. Me parece que a todos los ilustradores noveles les parece lejanísimo y publicar un libro se ve como un sueño. Solo tengo felicidad y agradecimiento por haber publicado tantos libros en estos años.



Continuamos la conversación abordando el tema de los álbumes. “Un álbum ilustrado abarca varias formas distintas de narrar según cómo se engranen las ilustraciones con el texto. Pueden armonizarse e ir más o menos en la misma dirección, pueden parecer dos historias distintas que al engarzarse crean una tercera historia, incluso pueden contradecirse”. ¿Cuéntanos cómo es el proceso de trabajo en un álbum tuyo para llegar a una de las tres posibilidades que planteas: ir en la misma línea, hacer una historia paralela y formar juntos una tercera historia o ir en sentido opuesto?

Si lo escribo yo no hay ese juego con la historia porque está más o menos claro a medida que lo voy haciendo. Yo no soy escritora, mis historias aparecen en imágenes. Cuando pienso en ellas siempre pienso en una secuencia de imágenes con un texto que las apoya. Cuando el texto es de otra persona, sí se pueden dar esas tres posibilidades.


¿De qué depende que tus ilustraciones vayan en un sentido u otro?

No se me había ocurrido pensar en la causa. Me gusta trabajar con tiempo, leer la historia y dejarla reposar y pensar en ella. Por ejemplo, la novela Birgit es una historia muy dura de una niña que cuenta la enfermedad de su hermana. Cuando la leo, no sé por dónde voy a ir. En principio se me ocurrían imágenes que acompañasen a la historia, pero eso no lo necesitaba el texto, ya estaba narrado. Pensando surgió la secuencia, después me di cuenta de por qué había aparecido, porque es una historia muy lineal, con un solo punto de vista. Tenía una duda sobre la persona que iba a representar, si lo hacía sobre la narradora, sacaba al lector de la historia, así que lo hice sobre la niña enferma. Creo que se trata de dar con lo pide la historia. En Birgit no podían ser imágenes muy crudas porque el texto ya lo es, ni muy complicadas porque la narradora es una niña pequeña y eso me permitió jugar con imágenes más poéticas, más simbólicas. Resumiendo, cada historia pide una solución y no sé porqué la doy  hasta que no la he ilustrado.  



         
Este número de Peonza aborda el tema de los Escenarios fantásticos en los libros desde el punto de vista de escritores e ilustradores. ¿Háblanos de los escenarios en tus libros?

Siempre he estado un poco negligente con los escenarios, a mí lo que me encanta es dibujar personas, siempre he dibujado personas, incluso desde niña  ha sido mi tema central de interés. Mis escenarios, mis entornos suelen estar implícitos y se reflejan a través de las actitudes de los personajes. En Little Red, en la primera secuencia está claro donde se encuentran. En El pacto del bosque los paisajes tienen elementos simbólicos que lo representan, no están los detalles porque sería una sobrecarga visual teniendo los personajes tan presentes y en ocasiones tan cercanos. Los personajes cargan con el peso de la historia y los escenarios detallados recargarían de información de un aspecto secundario.


¿En qué fase de la creación de uno de tus libros te sientes especialmente a gusto?

Cuando más emocionada y más fascinada estoy es justo al comienzo. Cuando tienes la historia en la cabeza y aún no se han cuajado las imágenes. O bien, en el caso de un libro propio, cuando la historia aún no se ha definido. Cuando están todas las posibilidades abiertas y podrías llevar la historia en cualquier dirección. Todo lo demás es un largo proceso de concreción de las ideas que surgen en esta fase, un proceso en que intentas bajar al mundo real eso que en un momento dado sólo existe en tu mente.



“El alma de una ilustración es su parte narrativa”, decías en una entrevista de Antonio Ventura en Babar. Háblanos de cómo la desarrollas en cada una de tus ilustraciones y de los elementos que utilizas para lograrla.

Entiendo que una ilustración es una imagen narrativa tenga o no texto escrito. No todas las imágenes tienen que ser narrativas, hay muchas en la historia del arte que no lo son. La última cena de Leonardo da Vinci es una ilustración por la historia que tiene detrás. Tendría otro significado si no tuviera esa historia, sería un mural bonito, pero perdería el carácter que ahora tiene. Mis ilustraciones desarrollan su parte narrativa de forma sugerida a través de las expresiones, de la mirada de los personajes, en las composiciones hay más movimiento que en las acciones de los protagonistas. No narro con acciones, no hay mucha actividad en mis ilustraciones, no son obvias. A mí me gusta apuntar hacia una narración poco concreta que deje abierto el camino al lector, que no cierre su significado. En este sentido recuerdo el caso del artista estadounidense Norman Rockwell que siempre tuvo el conflicto de por qué sus ilustraciones, grandes óleos, no eran consideradas  grandes obras de la pintura, si era por ser ilustraciones o porque se publicaran. Creo que hay un elemento que tienen las grandes obras y falta en las de Rockwell: son obras completamente cerradas, tienen un significado tan claro que no hay duda de lo que sucede en ellas. Cuando ves una gran obra como Las Meninas de Velázquez, no está muy claro qué está pasando ahí, existe significado abierto que da entrada a los que ven la obra.


Dibujo a  lápiz y color con diferentes técnicas son las herramientas con las que desarrollas tus sensaciones o ideas a través de las imágenes. ¿El equilibrio entre ambos se produce de manera automática o depende del texto, de lo que mueva en tu interior o de otros factores?

He tenido una relación un poco difícil con el color. Me gusta mucho el dibujo monocromático, tanto como dibujante como espectadora. En Bellas Artes me encantaba el volumen, la sombra, los matices, pero me costaba integrar el color. En quinto, mi profesor de Dibujo me dijo que era parte de mi estilo y que no me agobiara con el color. Mis primero libros tienen muy poco color, Secrets, por ejemplo, es una obra casi monocroma, no participa del color, tiene matices, pero nada más. Me reconcilié con el color cuando empecé a verlo como un elemento narrativo. En El pacto del bosque la vida cotidiana tiene colores pardos, cuando entra la magia tiene azules y cuando se resuelve la situación tiene dorados. El color tomó todo su sentido en mis ilustraciones cuando le pude asignar  un significado.




“Todas las historias tienen una huella que es lo que recuerdas cuando piensas en ellas después de un tiempo”. ¿Qué huellas te gusta que dejen las historias en ti?

Es una cuestión de gustos, es como las personas, la impresión que dejan en un primer contacto está formada por múltiples matices. Me gustan las huellas que dejan las historias abiertas porque lo que queda es un mundo en el que puedas habitar. Mis historias favoritas de niña eran las que me creaban un mundo donde yo pudiera jugar, como las de la narrativa clásica inglesa: Ivanhoe, Robin Hood… Actualmente la huella se ha vuelto más sutil, pero el concepto es el mismo, me gusta las historias que me llevan a un lugar de mi interior y me emocionan, que crean un puente entre la lectura y mis emociones, y esas son las historias que se quedan conmigo.


Seguimos hablando de los resultados que tiene tu trabajo: de tus libros en concreto. Empezaremos por los libros que te encargan o que ilustras con textos de escritores. Tu trayectoria está repleta de textos de autores clásicos (Ovidio, Cervantes, Fernando de Rojas, Mary Shelley, Poe, Bram Stoker…) ¿Qué ha cambiado en tu trabajo desde Metamorfosis hasta Drácula?

Esencialmente no ha cambiado mucho, formalmente voy ganando seguridad, técnicamente me siento más completa. Noto la evolución en mi interior, pero desde fuera no creo que se perciba mucho. El modo de abordar los libros no ha cambiado, solo que ahora estoy más acostumbrada a hacerlo, ya sé cómo funciona el proceso, incluso el que parece tan abstracto de generar imágenes: leerlo, dejar que cuaje, buscar referencias…Ahora el proceso de elaboración de imágenes es más metódico.



¿Qué te han aportado los clásicos como ilustradora?

Es una suerte que me hayan ofrecido estas obras. Aportan lo mismo que los cuentos populares: trabajar con historias que están en la cabeza de todo el mundo. Es algo maravilloso trabajar sobre historias que forman parte de la esencia cultural de las personas, y que impregnan  la esencia humana como el deseo, el dolor o el amor. Estas obras las conoce todo el mundo pero no en profundidad. A mí me han aportado una lectura muy atenta y una compresión mayor de su profundo significado y una sorpresa. Drácula, por ejemplo, la leí hace poco tiempo, pero ahora me ha sorprendido que sea una novela epistolar, muy moderna en su estructura, con un concepto muy romántico de los personajes, es muy delicada.


También has ilustrado varios libros de cuentos populares,  de hadas, o de fantasmas. ¿Qué te gusta de estas historias que tienen tanto poso y que se van sedimentando a través de la narración oral y del paso del tiempo?

El texto clásico tampoco es necesariamente el texto real porque es la recopilación de la narrativa oral y la concreción en una versión en un momento dado. Tanto Perrault como los Grimm han resumido como les ha parecido bien. Uno quería dejar una moraleja y los otros hicieron algo más comercial, digamos. Pasa lo mismo que con los clásicos, los cuentos de hadas forman parte del bagaje cultural humano  casi desde que naces. No recordamos cuándo escuchamos por primera vez Caperucita, Blancanieves o Cenicienta, parece que desde que nacemos.





¿No te dio un poco de vértigo cuando te enfrentaste a Caperucita? Lo digo porque hay tantas versiones…

No, fue emocionante, era como chapotear en el subconsciente cultural de mi entorno. Una vez me preguntaron en un coloquio sino me aburría por repetido. Yo pensé que un músico no se aburre cuando interpreta una pieza de Beethoven.  No solo no me aburrí, sino que podría hacer diez Caperucitas, y ya llevo dos. Tiene tantas resonancias, la interpretación es tan amplia y abierta, si bien hay dos versiones que recopilan y crean el canon, todos podemos versionarla e interpretarla.


Háblanos de Caperucita Roja, de lo que supuso para ti, de lo que ha generado desde el primer acercamiento a través del cuento de Oxford, hasta el segundo en el libro Little Red en Logos, o alguno futuro.

Caperucita para mí ha sido muy sorprendente porque no era uno de mis cuentos favoritos cuando era niña. Yo, como todas las niñas, estaba encantada con Cenicienta. No era especial hasta que no tuve que ilustrarla para Orxford. Cuando la leí me resultó muy atractiva y me surgieron tres o cuatro versiones. Tuve que decidirme por una, pero todas eran válidas. Me quedaron pendientes otras, por eso tuve que hacer Litle Red, y no estoy segura de haber acabado con ellas. Caperucita es muy interesante, está en un terreno entre el cuento de niños y el cuento adulto. Tiene muchas interpretaciones y su significado es tan amplio que da mucho juego. Los cuentos clásicos son una obra en formación constante, aunque estén fijados por Perrault y Grimm, pero son historias de tradición oral, son como leyendas urbanas.






Little Red, Secrets, El libro de las preguntas, Bird y otros futuros son ejemplos de proyectos propios que vas generando en tu interior. ¿Qué necesitas contar con estos libros de imágenes?

Cuando creas la actitud es muy distinta a cuando lees. Es muy difícil para mí saber qué quería contar en un libro antes de hacerlo. Después de haber hecho tres álbumes ilustrados, siento que me inquietan más los procesos que las acciones, cómo se transforman, varían, pero mis personajes no hacen muchas cosas. Supongo que necesito contarme a mí misma cosas y el medio que utilizo es a través de libros. Cuando estoy haciendo un libro el proceso es distinto y cuando lo tengo en las manos me doy cuenta de lo que quería contarme. Pienso que sería erróneo saber lo que uno quiere contar desde antes de hacerlo, eso mediatiza y  hace que el libro pierda calidad.


¿Qué “mundos” reales o imaginarios te sirven de inspiración para tu trabajo?

 A la larga, y creciendo con cada trabajo, se va formando un mundo dentro de ti que es de donde surgen todas las imágenes. Se forma con todos los otros mundos, literarios, gráficos y de cualquier otro tipo que te han tocado en algún momento, y se va volviendo más peculiar y más propio con cada dibujo que haces.





Continuamos la entrevista con preguntas sobre tres personas que han confiado en tu talento a lo largo de estos años de carrera artística. La editora de Lothian Books, Helen Chamberlain, fue la primera que publicó un álbum tuyo. ¿Qué supuso para ti que la editora australiana aceptara tu proyecto?

Para mí fue maravilloso, uno de los momentos clave. Fue la primera vez que me hicieron un contrato y pensé que se podía vivir del trabajo de ilustradora, tener una carrera y una vida ilustrando, hasta entonces no lo tenía nada claro. Sucedió de una manera muy casual. Viajé a la Feria de Bolonia y vi en el stand de su editorial un libro que me gustaba. Hablé con ella, le mostré mi trabajo y me pidió que le enviara una historia completa. Lo hice en verano, sin muchas pretensiones y cuando se la envié me ofreció hacer un contrato y publicarlo. Fue maravilloso ver cómo algo tan inconcreto: “tal vez algún día pueda publicar un libro, tal vez algún día pueda vivir de esto”, se hizo realidad de forma contundente. Le debo mucho a Helen.


Antonio Ventura fue el primer editor español que te dio la oportunidad de ilustrar, primero en Anaya,  y luego en Oxford y en El Jinete Azul. ¿Qué significa Antonio para ti como editor?

Conocí a Antonio en Bolonia, el mismo año que a Helen, y al año siguiente ya me dio un libro de cuentos para ilustrar. Ambos aparecieron de forma simultánea. Creo que hay una generación entera de ilustradores que le debe muchísimo. Por lo que a mí respecta le estoy muy agradecida. Y también le agradezco la reiteración de la confianza, un libro y luego otro y otro. Helen y Antonio son mi madrina y  mi padrino en esta profesión. Me abrieron las puertas de un mundo que parecía muy cerrado y me dieron continuidad en el trabajo. Antonio ha abierto las puertas a muchos jóvenes, de hecho el primer libro que me encargó era uno de cuatro volúmenes, todos ilustrados por ilustradores noveles. Para mí es el editor por excelencia: un editor que cuida el texto, el libro, que da oportunidades, que junta ilustradores con autores, que te da libertad, que respeta tu trabajo aunque acabes de empezar… Me dio mucha confianza cuando más lo necesitaba. Está haciendo una labor impresionante apostando por ilustradores nuevos. Le recomendaría a cualquier ilustrador novel que se encuentre con Antonio Ventura en cualquier sitio.





Háblanos de tu colaboración con Gustavo Martín Garzo, tanto en prensa con la página de opinión en El Norte de Castilla, como editorial en El  pacto del bosque, tu primer álbum en España, o Carmela y su duende.

A Gustavo me le encontré en una fase más avanzada. También me mostró su confianza, es un escritor consagrado y sé que si estoy colaborando en El Norte de Castilla es porque él lo ha pedido, no porque lo haya decidido una tercera persona. Le estoy muy agradecida por haber confiado en mí, en mi visión de las cosas, que tiene empatía con ella. A nivel general, me parece que cuando un escritor busca a un ilustrador y le ofrece un texto a alguien puede cambiar la historia con sus ilustraciones, eso es un síntoma de gran confianza en ese ilustrador. Buscar a propósito a un ilustrador significa que el escritor está viendo un punto de confluencia con su mundo y un punto de confianza muy halagador.




Para terminar esta agradable conversación hablamos un poco de la actualidad y del futuro. ¿Cómo valoras el clima social, económico o político que vivimos en la actualidad? ¿Te influye en el trabajo?

Tengo que reconocer que no tiene mucho que ver. Mi entorno exterior no lo he visto reflejarse nunca en mi trabajo, en mis ilustraciones quiero decir. En los aspectos prácticos, tengo la suerte de reconocer que no he sentido esa crisis en mi volumen de trabajo. Probablemente lo pueda notar en el futuro. Mi trabajo tiene una ventaja y es que está abierto a todo el mundo, no se circunscribe al ámbito nacional, trabajo igual con un editor de Madrid que con uno de Australia.
En el aspecto personal, pues claro que me afecta, como a todos. En el campo profesional, a veces pienso que no lo tenía más fácil un ilustrador  hace treinta años. Ahora podemos mostrar nuestro trabajo con gran facilidad, basta con enviar un correo electrónico. Ahora tenemos muchas posibilidades de ver, Antonio López decía que algunos amigos venías de sus viajes al extranjero llenos de libros para poder ver lo que se hacía fuera. Es un mundo difícil, pero ahora hay muchas facilidades. Por otro lado, siempre me ha parecido muy difícil vivir de este trabajo, es como ser actor o cantante, es posible que funcione si tienes mucha suerte. Siempre ha estado tan difícil que era casi imposible que empeorara.


Terminamos con una frase tuya que me gustó especialmente: “Es como sembrar textos para recoger imágenes”  ¿Qué proyectos estás sembrando y darán fruto a corto o medio plazo?

Tengo tres o cuatro textos encargados. Acabo de recibir las imágenes de un álbum para Australia y de momento estoy plantando semillas, pero no las planto con textos, sino con imágenes. Estoy con un álbum mío que quiero llevar a Bolonia este año, pero no son textos, son otra cosa. El último trabajo siempre me deja algo, una semilla: Caperucita surgió de Birgit y Caperucita me ha dejado otras preguntas que busco contestar. Son preguntas abstractas y las respuestas están en el mundo de las ideas y cuando consigo bajarlo y ponerlo en papel es cuando empieza el camino de un nuevo libro, donde están las respuestas.





Muchas gracias por tus libros y por la sensibilidad que pones en ellos, Beatriz.
Gracias a vosotros.


Breve biografía:

Nació en Valladolid, 1973. Durante su infancia fue una lectora voraz. Estudió  Bellas Artes en la Universidad de Salamanca e Ilustración en la Escuela de Arte de Valladolid. Su carrera como ilustradora comenzó en 2007.  “Mi estilo es figurativo. Diría que realista, pero no es exacto, porque la mayoría de mis imágenes son más bien simbólicas, más cercanas a una perspectiva poética que realista”. Cuando más emocionada y más fascinada está es justo al comienzo, cuando tiene la historia en la cabeza y aún no se han concretado las imágenes. O bien, en el caso de un libro propio, cuando la historia aún no se ha definido. Cuando están todas las posibilidades abiertas y podría llevar la historia en cualquier dirección. Le gustaría que la experiencia que tuvieran los lectores al leer un libro ilustrado fuera distinta a la que habrían tenido al leer ese texto sin imágenes. Compagina la ilustración infantil con la de adultos y colaboraciones en el diario El Norte de Castilla. Ha sido seleccionada para la exposición anual y el catálogo de la Sociedad de Ilustradores de Nueva York 2012.




Selección bibliográfica:

Metamorfosis,  de Ovidio. Ed. Anaya, Madrid, 2007.
Los cazadores de pájaros, de Antonio Ramos. Ed. Progreso, México, 2007.
Secrets. Lothian Books, Melbourne, Australia, 2008.
A las buenas y a las malas,  de Teresa Durán, Ed.  Anaya, Madrid, 2007.
El vampiro y otros cuentos rusos, de A.N. Afanásiev. Ed. Anaya, Madrid, 2008.
El enigma de la esfera, Cecilia Eudave. Ed. Progreso, México, 2008.
El hombre de los dos corazones, de Ana Merino. Ed. Anaya, Madrid, 2009.
My baby love, de Meredith Costain. Lothian Books, Melbourne, 2009.
Frankenstein, de Mary Shelley. Ed. Bruño, Madrid, 2008.
Cuentos de Poe, de Edgar Allan Poe. Ed. Anaya, Madrid, 2009.
Caperucita roja, de los Hermanos Grimm. Ed. Oxford, Madrid, 2010.
El pacto del bosque, de Gustavo Martín Garzo. El Jinete Azul, Madrid, 2010.
La Celestina, de Fernando de Rojas. Ed. Oxford, Madrid, 2010.
Novelas ejemplares, de Miguel de Cervantes. Ed. Oxford, Madrid, 2010.
Carmila, de Joseph Sheridan  LeFanu. Nuages, Milan, Italia, 2010.
La sombra del membrillero, de Mónica Rodríguez. Ed. Edelvives, Madrid, 2011.
Birgit, de Gudrun Mebs. El Jinete Azul, Madrid, 2011.
Carmela y su duende, de Gustavo Martín Garzo. Ed. Oxford, Madrid, 2011.
Antología de cuentos de fantasmas, de Vicente Muñoz Puelles. Ed. Oxford, Madrid, 2011.
Drácula, de Bram Stoker. Ed. Anaya, Madrid, 2012.
Little Red. Logos Edizioni, Modena, Italia, 2012.
Hansel y Gretel, de Jacob y Wilhem Grimm. Ed. Anaya, Madrid, 2014.
Bird . Simply Read Bokks, Canadá, 2015.
Caperuza. Ed. Thule, Barcelona, 2016.

Enigmas. Ed. Thule, Barcelona, 2016.


martes, 24 de mayo de 2016

EL MURO, reseña audiovisual

Hoy me ha enviado Elodie Bourgeois, editora de Juventud, esta reseña  sobre EL MURO aparecida en youtube.
Gracias a su autora por su atención y sus palabras.
Espero que os guste.




jueves, 19 de mayo de 2016

ULISES WENSELL EN EL RECUERDO


Ulises Wensell, la fuerza de la acuarela




Charlar con Ulises supuso un enorme placer y una gran emoción.



Estamos ante uno de los ilustradores pioneros de la

moderna Literatura infantil española. Perteneció a la fructífera

generación de los años setenta, junto con Asun Balzola, Carme

 Solé, Miguel Calatayud, Manuel Boix, José Ramón Sánchez, Luis 

de Horna, Miguel Ángel Pacheco o Karin Schubert entre otros. 
Sus  palabras iban surgiendo desde el profundo conocimiento que 

le daban los muchos años de profesión.

Sus libros se publicaron principalmente en Francia y Alemania. 

Durante los últimos años se produjo un regreso al mercado 

nacional.
Recordamos su trabajo a través de sus palabras, publicadas hace 

ocho años en la Revista Peonza.
Y yo soy uno de los afortunados escritores a los que Ulises pintó  

un libro palabra a palabra.
 


¿Cómo valoras estos treinta y tantos años que llevas ilustrando libros para niños?

No sé si soy el más indicado para valorar tantos años de dedicación
profesional. He tenido la suerte de poder trabajar haciendo
lo que me gusta y he ilustrado, con mayor o menor fortuna, con
aciertos y errores, pero siempre con cariño, muchos libros para
niños. Creo que lo más importante de estos años ha sido vivirlos,
ir acumulando experiencias intentando olvidar las malas y recordar
sólo las buenas. Eso me ha permitido seguir en la brecha, haciendo dibujitos cada día, en lugar de tirar la toalla y dedicarme a otra cosa.

¿Qué ha cambiado desde aquellos años setenta hasta ahora, desde tu punto de vista, en el panorama editorial de nuestro país?

Me parece que el panorama editorial no ha cambiado sustancialmente desde los 70. Entonces ya había magníficos ilustradores e ilustradoras (que ellas me perdonen si las incluyo a partir de ahora en el plural “ilustradores”) y muchas editoriales que dedicaban parte de su producción al público infantil y juvenil, aunque la capacidad adquisitiva de la población no era la de hoy. Algunas de las editoriales con las que trabajé ya no existen, como Doncel, Altea o Miñón, que publicó Don Blanquisucio, el libro por el que me concedieron el Premio Nacional a la Mejor Labor de Ilustración en 1979. Pero han aparecido muchas otras y cada vez se lanzan más libros ilustrados al mercado. Debe de ser porque se venden, de modo que el panorama me parece halagüeño para los autores de la llamada literatura infantil y para los ilustradores, que ahora pueden percibir los derechos de autor que en los 70 no se nos reconocían. Aparte de esto, lo que me parece que ha cambiado sustancialmente es el tipo de ilustración que han venido ofreciendo muchas publicaciones españolas como destinada al público más joven. No recuerdo en este momento quién decía que en la actualidad el libro infantil ilustrado parece más bien dirigido a un público de edad no claramente definida y que la función tradicionalmente confiada a la ilustración, facilitar una lectura comprensiva a los pequeños, había dado paso a la libre expresión y
experimentación artística, quizás más interesante para los adultos
deseosos de novedades gráficas que para los propios niños. Creo que tenía razón. Quizás se ha supeditado la voluntad de aproximarse a la comprensión infantil y la voluntad de servicio al texto a la búsqueda de formas novedosas y sorprendentes. Pero quizás haya sido para evitar caer en la simplificación gráfica de los tradicionales dibujos animados. Ya había mucho de eso en el mercado.


¿Cómo ves tu trayectoria una vez discurrido todo este tiempo?

Creo que he dicho alguna vez que no podría describir mi trayectoria
como una línea recta, sino más bien como una espiral en torno
a un mismo centro de interés; que he ido abandonando y retomando
ciertos modos de hacer, ciertas características de estilo y ciertas técnicas, pero que en mis primeros libros ya había algo que sigue estando en los últimos: la intención de expresar y transmitir
sentimientos y emociones, tratando de que los personajes dibujados
parezcan verosímiles y capaces de experimentarlos en lugar de estilizadas abstracciones gráficas. Creo que mi misión como ilustrador es conectar con la afectividad infantil y transmitir a los
pequeños lo que hacen y sienten los personajes de las historias que
ilustro. Me parece que eso facilita su identificación con ellos y que
se interesen en seguir la historia narrada.

¿Estás satisfecho con el trabajo que has realizado? ¿Y te sientes considerado por los lectores, editores, críticos…?

En ese sentido, me siento satisfecho del trabajo realizado. Hay muchos niños a los que les gusta lo que hago y ante la muy favorable reacción del público al contemplar la exposición antológica que me han organizado en el Centro Cultural Casa de Vacas del Parque del Retiro de Madrid, tengo que sentirme orgulloso y feliz.
Me siento bien considerado entre mis compañeros de profesión
que me concedieron el Premio APIM en 1993, y por todos los que
han apoyado que este año fuera yo el candidato por España al Premio Internacional Andersen, aunque no tenga muchos libros publicados aquí. Y tengo que agradecer a los profesores, bibliotecarios, libreros, autores, ilustradores y críticos que participaron en la selección, la inclusión de dos de los álbumes que yo ilustré en la lista de los treinta que compondrían la “Biblioteca Ideal de los Niños del Siglo XXI”. Me hubiera gustado tener más presencia en las librerías en todo este tiempo, claro está, pero aquí se estaba intentando orientar el mercado hacia otro tipo de ilustración.


Pero tu obra está más presente a nivel internacional…

Sí, es en el ámbito internacional donde mi trabajo ha sido mejor
acogido y valorado. Las directoras de mis habituales editoriales
de Francia o Alemania me han enviado unas páginas tan elogiosas
para incorporar a mi “Book” de presentación al Andersen que me
han emocionado y tengo fieles seguidores en muchos países. Quizás eso explica los más de quinientos números de ISBN con que
cuenta mi bibliografía.

¿Qué libros te han dejado mejor sabor de boca? ¿Con cuáles te sigues sintiendo muy identificado?

Los libros que me han dejado mejor recuerdo son todos aquellos
que supusieron un reto para mí y que conseguí sacar adelante sin
traicionar mis propias expectativas. No me resultó fácil conseguir
que los personajes que rodeaban a El niño que tenía dos ojos no parecieran monstruitos al tener sólo uno, o representar el mundo gris y transparente que ellos veían. Y fue un reto para mí dar una imagen no muy terrible a Don Blanquisucio, aquel pequeño dictador que no admitía más colores que el blanco en su mundo amurallado, o representar el asombro de la niña que descubría fuera de la muralla los colores de la libertad. Tampoco me resultó fácil dar con la imagen de El tragaldabas o del Petit monsieur tout seul que hoy sigue siendo uno de mis personajes más queridos…, o conseguir que la breve narración de un paseo de un niño con su abuela contuviera ilustraciones capaces de interesar y conmover al
público japonés que me otorgó por ese libro el “Owl Prize” en
1985. También fue un reto encontrar una imagen adecuada pera
representar el Pozo del Agua de Vida o los reyes magos y los pastores que siguieron la estrella, por distintos caminos, hacia El Pesebre de Joan Alavedra. Quizás el mayor de los retos fue ilustrar Las Bellas Historias de la Biblia para el público infantil, tratando de huir de la habitual ilustración de tipo realista. Pero también me siento satisfecho de mi experiencia con los libros con ventanas que se abren y permiten ver lo que se oculta detrás… Y de mis cartas para juegos de imaginación… Y de haber logrado que Valentín,
un simple gusano verde, tuviera tantas posibilidades de expresar
sentimientos humanos y resultara un personaje entrañable… Y de
que mis elefantes, gatos, osos o búhos parezcan reales sin ser realistas y los niños se identifiquen con ellos y sus aventuras. Yo me siento identificado con todos esos protagonistas. Son muy míos.


¿Cómo te planteas la realización de un libro? Cuéntanos cómo evoluciona tu proceso creativo en la actualidad.

Para mí, cada libro es un mundo y sus características me sugieren
un modo determinado de ilustrarlo. He experimentado diferentes
técnicas y estilos, pero siempre procurando adecuarme al carácter de cada texto y expresar el eco sensible que despertaba en mí su lectura. Por lo general, después de elegir los pasajes que voy a ilustrar y de buscar la imagen que creo adecuada para los personajes, hago pequeños bocetos a lápiz de las escenas elegidas para que la historia pueda seguirse. Luego estudio la entonación y la compaginación y opto por determinada técnica.

¿Ha variado mucho con el paso del tiempo?

Mi proceso creativo no ha variado mucho a lo largo del tiempo,
pero ahora me interesa más la ambientación y utilizo más el ordenador para hacer bocetos a color. He ilustrado un libro La boite aux mots interdis, editado por Bayard, empleando sólo el ordenador, y quedaba bien, pero no quiero volver a hacerlo. Me gusta trabajar con los pinceles y colores, sobre el papel, y poder tener los originales en las manos. Lo que me preocupa es que ciertos materiales no se mantengan siempre inalterables, como el acrílico o el óleo.


¿Qué quieres transmitir a los lectores con tus imágenes? ¿Qué es lo que más te interesa que los niños vean en tus ilustraciones?

Siempre he intentado transmitir sensaciones, sentimientos y emociones. La alegría de un encuentro, la tristeza, la soledad, el miedo, la amenaza de una figura entre la niebla, un especial brillo de la luz en el agua y, en fin, todo lo que facilite a los niños implicarse emotivamente con lo narrado. También me interesa que los pequeños puedan ver representados los ambientes en los que transcurre la aventura, que no siempre están descritos en el texto o que no podrían imaginar con la simple lectura. A veces eso requiere cierto trabajo previo de documentación, aunque luego no se note, porque mi interpretación visual no resulta, evidentemente, realista o naturalista.


¿Qué entiendes por álbum ilustrado? ¿Cómo te lo planteas?

No sé si existe una definición consensuada y aceptada para el término “álbum”. Yo considero como tal el libro ilustrado de gran formato o de formato mayor que el tradicional libro de bolsillo y con grandes imágenes en cada doble página o en todas las páginas, en las que se distribuye un texto narrativo no muy extenso. Suele estar encuadernado en tapa dura (aunque también permite encuadernaciones en rústica y reducciones) y en él tiene especial importancia y relevancia el aspecto visual. Según eso, entiendo que han de considerarse álbumes los libros de las series destinadas a la educación preescolar que publicó la Editorial Santillana, los de la colección “Primera Biblioteca” de la Editorial Altea, o los “Libros para mirar” de la misma editorial, que publicó también la serie de “Los Derechos del Niño”, de mayor formato y con todas las características precisas para considerar “álbum” a cada título. Esa serie fue uno de los grandes éxitos de ventas de aquellos años que se han reconocido como los del gran “boom” del libro infantil ilustrado español. Se editó en muchos países. Y tengo que agradecer a Miguel Azaola, director de la editorial en aquellos tiempos, la información de que bastaba enseñar los dos libros que yo ilustré para despertar el interés de los editores en las ferias de Bolonia o Frankfurt. Dado el éxito de los álbumes de producción española en los setenta, cabía esperar que se consolidara esa modalidad de edición, que había demostrado ser muy apreciada por los niños y, además, muy exportable, pero no fue así. Muchos profesionales, conscientes de la importancia de la ilustración para el éxito de las ventas, salimos a buscar fuera el reconocimiento
de derechos de autor que aquí no se nos reconocían. Y, poco a poco, los editores españoles se desinteresaron por esa modalidad
de edición. Ya se había gestado otro “boom”, el del libro de bolsillo
para niños y jóvenes, de producción más barata, que podía promocionarse en las escuelas y dar algo de trabajo de supervivencia a los ilustradores, que estaba apoyado por una crítica que consideraba elitistas, caros y faltos de densidad textual a aquellos álbumes de mayor formato que quizás hubiera debido apoyar y promocionar como primeras lecturas y como educadores de la sensibilidad, la inteligencia emocional y el gusto estético de los pequeños.

¿Para ti es más que un libro, el libro por antonomasia, o es sólo un libro más?

Ahora el álbum parece haberse revitalizado, pero no creo que pueda considerarse “el libro por antonomasia”, es un libro más, pero un tipo de libro muy importante para los profesionales de la ilustración, para los niños no lectores o primeros lectores que pueden contemplar las ilustraciones al tiempo que escuchan o leen las narraciones, e incluso para los adultos interesados en los diversos estilos de los creadores de imágenes.

¿Con qué personajes te sientes más cómodo: los animales, los niños…?

Los animales me parecen tan capaces de expresar sentimientos y
emociones como los seres humanos, sean niños o adultos. Y me
encanta ilustrar historias en que aparezcan como protagonistas o
tengan un papel importante en la narración, sean perros, gatos,
patos, osos o elefantes. Durante muchos años he estado ilustrando
para una revista francesa una serie de breves historias en viñetas
en las que aparecían como protagonistas un niño y su enorme
perro peludo, que era totalmente negro y al que raramente se le
veían los ojos, pero que pese a eso resultaba muy expresivo. Y me
he atrevido a ilustrar muchos libros cuyo protagonista es un gusano
rodeado siempre de insectos, y que se enfada, llora o baila de
alegría como un niño cualquiera.


¿Qué le aportan a tus imágenes?

Creo que lo que los animales aportan a mis ilustraciones es variedad, notas de humor y cierta gracia expresiva y tierna. Los textos de Paloma, mi mujer, me han permitido dibujar muchos. Resultaría un poco aburrido tener que dibujar siempre y solamente personajes humanos.

Gran parte de tu obra se publica en editoriales extranjeras. ¿Es muy
diferente la forma de trabajar en China, Suiza… o España?

He trabajado principalmente con dos editoriales extranjeras, la
francesa Bayard y la alemana Ravensburger, con las que contacté
hace años, pero muchos de los libros que he hecho para esas editoriales han interesado a otros editores y se han publicado en
Japón, Corea, China, Grecia, Finlandia... No creo que la forma
de trabajar de los editores españoles sea muy diferente a la de los
editores extranjeros, pero aquí las tiradas suelen ser más cortas,
no conozco exactamente los motivos.


Eres el candidato español al Premio Andersen 2008, ¿estás ilusionado ante la posibilidad de ganarlo, eres escéptico…?

Para esta convocatoria del Premio Andersen de Ilustración, y por
primera vez en su historia, se han propuesto nada menos que 30
candidatos correspondientes a 30 países y todos son brillantes profesionales. Creo que será una convocatoria muy “reñida”. No
quiero alentar grandes expectativas. Como es natural, me haría
una enorme ilusión conseguirlo como candidato propuesto por
España, que no lo ha obtenido nunca.

¿Qué supondría para tu carrera convertirte en el primer ilustrador de habla hispana que lo logra?

Ya supone un honor y una gran satisfacción para mí haber sido
propuesto, pero la posibilidad de lograrlo es sumamente emocionante.
Sería un espaldarazo para todos los ilustradores de nuestro país y del mundo hispano que, como yo, se esfuerzan cada día para que el libro ilustrado tenga el reconocimiento que merece y, para mí, el broche de oro a una larga trayectoria profesional.

¿En qué proyectos futuros te encuentras trabajando ahora? ¿Qué trabajos te ilusionan en estos momentos?

Lo que me ilusiona en estos momentos es poder seguir trabajando
en cualquier nuevo proyecto. Me han pedido en Alemania un
libro con elfos y “efectos especiales” y estoy intentando entrar en
ese mundo. Después de tantos años de dedicación profesional aún
sigo deseando crear ilustraciones con cierto encanto que puedan
disfrutar los niños.

Gracias, Ulises, por tus palabras y por tus imágenes, y mucha suerte.



Breve biografía:

Ulises Wensell (Madrid, 1945/2011), ingeniero técnico químico por formación y pintor e ilustrador autodidacta por vocación y decisión personal, conoce los secretos de la pintura viendo trabajar a su padre.
A lo largo de su trayectoria profesional ha obtenido numerosos premios por su trabajo: “Premio Nacional de Ilustración” otorgado por el Ministerio de Cultura (1978), “Premio Lazarillo” (1979), Mención Especial del Premio de la Crítica “Serra d’Or” de Barcelona (1995), el “Owl Prize” otorgado en Japón por votación popular (1985), los colectivos “Janusz Korzak” y “Jane Adams”, así como el “Premio de la Asociación de Ilustradores de Madrid” (APIM), en 1993. También ha figurado en la “Lista de Honor de los Premios Andersen”y recibido diversos diplomas y menciones honoríficas en distintas exposiciones.
En 1988 fue seleccionado, junto a otros veinticuatro ilustradores
de todo el mundo, para participar en el 25º aniversario de la Exposición de la Feria de Bolonia. Ese mismo año, en el marco de dicha Feria, obtuvo un diploma “Critici in Erba”.


Bibliografía seleccionada:


El viaje de nunca acabar. Miguel Ángel Pacheco y J.L. García Sánchez. Altea, Madrid, 1976.

El mandarín y los pájaros. Fernando Alonso. Santillana, Madrid, 1976.

Don Blanquisucio. María Luisa Seco. Miñón, Valladolid, 1978.

El hombrecito vestido de gris. Fernando Alonso. Alfaguara, Madrid, 1978. Kalandraka, 2014.

El duende y el robot. Fernando Alonso. Miñón, Valladolid, 1981.

El libro loco de todo un poco. Gloria Fuertes. Escuela Española, Madrid, 1981.

Histoire du petit monsieur tout seul. Barbro Lindgren. Bayard, París, 1982.

Spatzen brauchen keinen Schirm. Ursel Scheffler. Ravensburger, 1983.

Cuentos de “el perro, el ratón y el gato”. Antoniorrobles. Miñón, Valladolid, 1983.

La Bible. Les belles histories de l’Ancien et du Nouveau Testament. Marie-Hélène Delval. Bayard, París, 1995.

Quién tiene tiempo para el Osito. (Ursel Scheffler). Juventud, Barcelona, 2000.

Le petit Chaperon Rouge. Charles Perrault. Bayard, París, 2000.

Ana Matías y los imposibles. Santiago Roncagliolo. Siruela, Madrid, 2006.

¡Espera, ya voy! José Luis Berenguer. Diálogo, Valencia, 2007.

El Pequeño Búho y la Gran Luna. Paloma Wensell. Lóguez, Salamanca, 2007.

Las nanas de Miguel. Javier Sobrino. Ed. SM, Madrid, 2010.