ENTREVISTA A BEATRIZ MARTÍN VIDAL
“Me gustan las huellas que dejan
las historias abiertas porque lo que queda es un mundo en el que puedes
habitar”.
“Es maravilloso trabajar sobre historias que forman parte de la esencia
cultural de las personas”.
Al lado de una preciosa
pared vegetal, cerca de una pequeña selva vertical madrileña es el encuentro
con una de las revelaciones de la ilustración española, con una de las nuevas
artistas que enriquecen la literatura infantil internacional, con Beatriz
Martín Vidal. La timidez inicial se desvanece a medida que sus palabras van
poblando la estancia, como si su voz fuera un encantamiento para sus personajes,
en poco tiempo hemos estado rodeados por ellos y nos han acompañado palabra a
palabra. Durante la conversación, la ilustradora castellana nos ha dejado ver
sus alforjas de memoria y recuerdos, nos ha permitido mirar tras sus ojos
pardos y observar la ebullición de sus ideas, de sus planteamientos artísticos
y de sus quimeras más lejanas. Gracias, Beatriz, por compartir con los lectores
de Peonza una parte de tu vida de ilustradora y por hacer obras repletas de
belleza e inquietud.
Iniciamos la entrevista hablando de tus comienzos, de tus
primeros años, de tu formación y primeros pasos artísticos. Eras una lectora voraz
en tu infancia y juventud, las historias resonaban dentro de ti y se
transformaban en imágenes. ¿Qué libros recuerdas que te impactaron más?
Tengo que reconocer, como
cualquier niño, que no tenía ningún criterio de calidad a la hora de
seleccionar mis lecturas y gran parte de ellas fueron de muy baja calidad,
incluso las que más me impresionaron. No lees igual cuando eres pequeño y
cuando eres mayor y de pequeño eres sensible y estás abierto a cualquier
impacto de las narraciones que te lleguen vía libro, vía cómic o vía película.
Recuerdo las historias que se quedaron conmigo, las que me resuenan de mayor, esas
son las verdaderamente importantes: como la La
historia interminable, Alicia en el
país de las maravillas, y muchas colecciones infantiles, como la de
Alfaguara. No recuerdo haber leído álbum ilustrado, fui más lectora de novelas
desde el principio.
¿Qué tipo de imágenes tenías alrededor que se quedaban en tu
interior?
Desde bastante pronto
empecé a leer cómics, fueron mis primeras narraciones visuales gráficas, desde
el cómic americano al de Disney. Luego el cine fue un gran generador de
imágenes. Y también hubo otra influencia muy importante: vivía en la casa de al
lado de la escultora Ana Jiménez. Siempre ha sido mi tía Ana, mi madre y ella
eran muy amigas y vivíamos casi en familia.
Fue una gran conmoción para mí poder ver el proceso creativo como algo
natural, cotidiano y no como algo marginal. Para mí fue importante comprobar
que se podía vivir haciendo esto y no hacía falta irse a ningún sitio para
lograrlo.
Tus comienzos universitarios se decantaron hacia el
Derecho, pero en un momento concreto te fuiste a Salamanca para estudiar Bellas
Artes ¿Por qué hiciste luego Ilustración en tu ciudad? ¿Qué te atrajo de ella?
Era una asignatura que
cogí en cuarto y que me gustó mucho. Entonces la impartía Miguel Ángel
Fernández-Pacheco y no había más que un año. Cuando terminé la carrera hice el
curso de formación pedagógica y tenía miedo a dejar de dibujar porque no quería
entrar en una inercia sin plazos y nada
que te obligue. Entonces me apunté a la Escuela de Artes y Oficios de
Valladolid y cursé Ilustración.
En 2007, a la edad
de 34 años, publicaste tu primer libro como ilustradora y en 2008 tu primer
libro propio. A partir de ahí más de una veintena de obras, algunas propias,
otras encargos editoriales o proyectos con autores. ¿Cómo te sientes después de
estos intensos seis años de trabajo profesional en el mundo de los libros
ilustrados?
Me siento completamente
feliz y agradecida. El último año de la Escuela de Arte el mundo profesional de
la ilustración lo veía como algo completamente lejano y casi imposible. No
pensaba que iba a poder vivir y trabajar
regularmente como ilustradora. Me parece que a todos los ilustradores noveles
les parece lejanísimo y publicar un libro se ve como un sueño. Solo tengo
felicidad y agradecimiento por haber publicado tantos libros en estos años.
Continuamos la conversación abordando el tema de los
álbumes. “Un álbum ilustrado abarca varias formas distintas de narrar según cómo
se engranen las ilustraciones con el texto. Pueden armonizarse e ir más o menos
en la misma dirección, pueden parecer dos historias distintas que al engarzarse
crean una tercera historia, incluso pueden contradecirse”. ¿Cuéntanos cómo es el proceso de trabajo
en un álbum tuyo para llegar a una de las tres posibilidades que planteas: ir
en la misma línea, hacer una historia paralela y formar juntos una tercera historia
o ir en sentido opuesto?
Si lo escribo yo no hay ese
juego con la historia porque está más o menos claro a medida que lo voy
haciendo. Yo no soy escritora, mis historias aparecen en imágenes. Cuando
pienso en ellas siempre pienso en una secuencia de imágenes con un texto que
las apoya. Cuando el texto es de otra persona, sí se pueden dar esas tres
posibilidades.
¿De
qué depende que tus ilustraciones vayan en un sentido u otro?
No se me había ocurrido pensar
en la causa. Me gusta trabajar con tiempo, leer la historia y dejarla reposar y
pensar en ella. Por ejemplo, la novela Birgit
es una historia muy dura de una niña que cuenta la enfermedad de su hermana.
Cuando la leo, no sé por dónde voy a ir. En principio se me ocurrían imágenes
que acompañasen a la historia, pero eso no lo necesitaba el texto, ya estaba
narrado. Pensando surgió la secuencia, después me di cuenta de por qué había
aparecido, porque es una historia muy lineal, con un solo punto de vista. Tenía
una duda sobre la persona que iba a representar, si lo hacía sobre la
narradora, sacaba al lector de la historia, así que lo hice sobre la niña
enferma. Creo que se trata de dar con lo pide la historia. En Birgit no podían ser imágenes muy crudas
porque el texto ya lo es, ni muy complicadas porque la narradora es una niña
pequeña y eso me permitió jugar con imágenes más poéticas, más simbólicas. Resumiendo,
cada historia pide una solución y no sé porqué la doy hasta que no la he ilustrado.
Este
número de Peonza aborda el tema de los Escenarios fantásticos en los libros
desde el punto de vista de escritores e ilustradores. ¿Háblanos de los
escenarios en tus libros?
Siempre he estado un poco
negligente con los escenarios, a mí lo que me encanta es dibujar personas,
siempre he dibujado personas, incluso desde niña ha sido mi tema central de interés. Mis
escenarios, mis entornos suelen estar implícitos y se reflejan a través de las
actitudes de los personajes. En Little
Red, en la primera secuencia está claro donde se encuentran. En El pacto del bosque los paisajes tienen
elementos simbólicos que lo representan, no están los detalles porque sería una
sobrecarga visual teniendo los personajes tan presentes y en ocasiones tan
cercanos. Los personajes cargan con el peso de la historia y los escenarios
detallados recargarían de información de un aspecto secundario.
¿En qué fase de la creación de uno de tus libros te sientes
especialmente a gusto?
Cuando más emocionada y
más fascinada estoy es justo al comienzo. Cuando tienes la historia en la
cabeza y aún no se han cuajado las imágenes. O bien, en el caso de un libro
propio, cuando la historia aún no se ha definido. Cuando están todas las
posibilidades abiertas y podrías llevar la historia en cualquier dirección.
Todo lo demás es un largo proceso de concreción de las ideas que surgen en esta
fase, un proceso en que intentas bajar al mundo real eso que en un momento dado
sólo existe en tu mente.
“El alma de una ilustración es su parte narrativa”,
decías en una entrevista de Antonio Ventura en Babar. Háblanos de cómo la desarrollas
en cada una de tus ilustraciones y de los elementos que utilizas para lograrla.
Entiendo
que una ilustración es una imagen narrativa tenga o no texto escrito. No todas
las imágenes tienen que ser narrativas, hay muchas en la historia del arte que
no lo son. La última cena de Leonardo
da Vinci es una ilustración por la historia que tiene detrás. Tendría otro
significado si no tuviera esa historia, sería un mural bonito, pero perdería el
carácter que ahora tiene. Mis ilustraciones desarrollan su parte narrativa de
forma sugerida a través de las expresiones, de la mirada de los personajes, en
las composiciones hay más movimiento que en las acciones de los protagonistas.
No narro con acciones, no hay mucha actividad en mis ilustraciones, no son
obvias. A mí me gusta apuntar hacia una narración poco concreta que deje
abierto el camino al lector, que no cierre su significado. En este sentido
recuerdo el caso del artista estadounidense Norman Rockwell que siempre tuvo el
conflicto de por qué sus ilustraciones, grandes óleos, no eran consideradas grandes obras de la pintura, si era por ser
ilustraciones o porque se publicaran. Creo que hay un elemento que tienen las
grandes obras y falta en las de Rockwell: son obras completamente cerradas,
tienen un significado tan claro que no hay duda de lo que sucede en ellas.
Cuando ves una gran obra como Las Meninas
de Velázquez, no está muy claro qué está pasando ahí, existe significado
abierto que da entrada a los que ven la obra.
Dibujo
a lápiz y color con diferentes técnicas son
las herramientas con las que desarrollas tus sensaciones o ideas a través de
las imágenes. ¿El equilibrio entre ambos se produce de manera automática o
depende del texto, de lo que mueva en tu interior o de otros factores?
He tenido una relación un poco
difícil con el color. Me gusta mucho el dibujo monocromático, tanto como
dibujante como espectadora. En Bellas Artes me encantaba el volumen, la sombra,
los matices, pero me costaba integrar el color. En quinto, mi profesor de Dibujo
me dijo que era parte de mi estilo y que no me agobiara con el color. Mis
primero libros tienen muy poco color, Secrets,
por ejemplo, es una obra casi monocroma, no participa del color, tiene matices,
pero nada más. Me reconcilié con el color cuando empecé a verlo como un
elemento narrativo. En El pacto del
bosque la vida cotidiana tiene colores pardos, cuando entra la magia tiene azules
y cuando se resuelve la situación tiene dorados. El color tomó todo su sentido
en mis ilustraciones cuando le pude asignar
un significado.
“Todas las historias tienen una huella que es lo
que recuerdas cuando piensas en ellas después de un tiempo”. ¿Qué huellas te
gusta que dejen las historias en ti?
Es
una cuestión de gustos, es como las personas, la impresión que dejan en un
primer contacto está formada por múltiples matices. Me gustan las huellas que
dejan las historias abiertas porque lo que queda es un mundo en el que puedas
habitar. Mis historias favoritas de niña eran las que me creaban un mundo donde
yo pudiera jugar, como las de la narrativa clásica inglesa: Ivanhoe, Robin Hood… Actualmente la
huella se ha vuelto más sutil, pero el concepto es el mismo, me gusta las
historias que me llevan a un lugar de mi interior y me emocionan, que crean un
puente entre la lectura y mis emociones, y esas son las historias que se quedan
conmigo.
Seguimos hablando de los resultados que tiene tu
trabajo: de tus libros en concreto. Empezaremos por los libros que te encargan
o que ilustras con textos de escritores. Tu trayectoria está repleta de textos
de autores clásicos (Ovidio, Cervantes, Fernando de Rojas, Mary Shelley, Poe, Bram Stoker…) ¿Qué ha
cambiado en tu trabajo desde Metamorfosis
hasta Drácula?
Esencialmente
no ha cambiado mucho, formalmente voy ganando seguridad, técnicamente me siento
más completa. Noto la evolución en mi interior, pero desde fuera no creo que se
perciba mucho. El modo de abordar los libros no ha cambiado, solo que ahora
estoy más acostumbrada a hacerlo, ya sé cómo funciona el proceso, incluso el
que parece tan abstracto de generar imágenes: leerlo, dejar que cuaje, buscar
referencias…Ahora el proceso de elaboración de imágenes es más metódico.
¿Qué te han aportado los clásicos como ilustradora?
Es
una suerte que me hayan ofrecido estas obras. Aportan lo mismo que los cuentos
populares: trabajar con historias que están en la cabeza de todo el mundo. Es
algo maravilloso trabajar sobre historias que forman parte de la esencia
cultural de las personas, y que impregnan la esencia humana como el deseo, el dolor o el
amor. Estas obras las conoce todo el mundo pero no en profundidad. A mí me han
aportado una lectura muy atenta y una compresión mayor de su profundo
significado y una sorpresa. Drácula,
por ejemplo, la leí hace poco tiempo, pero ahora me ha sorprendido que sea una
novela epistolar, muy moderna en su estructura, con un concepto muy romántico
de los personajes, es muy delicada.
También has ilustrado varios libros de cuentos
populares, de hadas, o de fantasmas.
¿Qué te gusta de estas historias que tienen tanto poso y que se van
sedimentando a través de la narración oral y del paso del tiempo?
El
texto clásico tampoco es necesariamente el texto real porque es la recopilación
de la narrativa oral y la concreción en una versión en un momento dado. Tanto
Perrault como los Grimm han resumido como les ha parecido bien. Uno quería
dejar una moraleja y los otros hicieron algo más comercial, digamos. Pasa lo
mismo que con los clásicos, los cuentos de hadas forman parte del bagaje cultural
humano casi desde que naces. No
recordamos cuándo escuchamos por primera vez Caperucita, Blancanieves o
Cenicienta, parece que desde que nacemos.
¿No te dio un poco de vértigo cuando te enfrentaste
a Caperucita? Lo digo porque hay tantas versiones…
No,
fue emocionante, era como chapotear en el subconsciente cultural de mi entorno.
Una vez me preguntaron en un coloquio sino me aburría por repetido. Yo pensé
que un músico no se aburre cuando interpreta una pieza de Beethoven. No solo no me aburrí, sino que podría hacer
diez Caperucitas, y ya llevo dos. Tiene tantas resonancias, la interpretación
es tan amplia y abierta, si bien hay dos versiones que recopilan y crean el
canon, todos podemos versionarla e interpretarla.
Háblanos de Caperucita
Roja, de lo que supuso para ti, de lo que ha generado desde el primer
acercamiento a través del cuento de Oxford, hasta el segundo en el libro Little Red en Logos, o alguno futuro.
Caperucita
para mí ha sido muy sorprendente porque no era uno de mis cuentos favoritos
cuando era niña. Yo, como todas las niñas, estaba encantada con Cenicienta. No
era especial hasta que no tuve que ilustrarla para Orxford. Cuando la leí me
resultó muy atractiva y me surgieron tres o cuatro versiones. Tuve que
decidirme por una, pero todas eran válidas. Me quedaron pendientes otras, por
eso tuve que hacer Litle Red, y no
estoy segura de haber acabado con ellas. Caperucita es muy interesante, está en
un terreno entre el cuento de niños y el cuento adulto. Tiene muchas
interpretaciones y su significado es tan amplio que da mucho juego. Los cuentos
clásicos son una obra en formación constante, aunque estén fijados por Perrault
y Grimm, pero son historias de tradición oral, son como leyendas urbanas.
Little Red, Secrets, El
libro de las preguntas, Bird y otros futuros son
ejemplos de proyectos propios que vas generando en tu interior. ¿Qué necesitas
contar con estos libros de imágenes?
Cuando creas la actitud es muy
distinta a cuando lees. Es muy difícil para mí saber qué quería contar en un
libro antes de hacerlo. Después de haber hecho tres álbumes ilustrados, siento
que me inquietan más los procesos que las acciones, cómo se transforman,
varían, pero mis personajes no hacen muchas cosas. Supongo que necesito
contarme a mí misma cosas y el medio que utilizo es a través de libros. Cuando
estoy haciendo un libro el proceso es distinto y cuando lo tengo en las manos
me doy cuenta de lo que quería contarme. Pienso que sería erróneo saber lo que uno
quiere contar desde antes de hacerlo, eso mediatiza y hace que el libro pierda calidad.
¿Qué
“mundos” reales o imaginarios te sirven de inspiración para tu trabajo?
A la larga, y creciendo
con cada trabajo, se va formando un mundo dentro de ti que es de donde surgen
todas las imágenes. Se forma con todos los otros mundos, literarios, gráficos y
de cualquier otro tipo que te han tocado en algún momento, y se va volviendo
más peculiar y más propio con cada dibujo que haces.
Continuamos la entrevista con preguntas sobre tres personas
que han confiado en tu talento a lo largo de estos años de carrera artística.
La editora de Lothian Books, Helen Chamberlain, fue la primera que publicó un
álbum tuyo. ¿Qué supuso para ti que la editora australiana aceptara tu proyecto?
Para mí fue maravilloso,
uno de los momentos clave. Fue la primera vez que me hicieron un contrato y
pensé que se podía vivir del trabajo de ilustradora, tener una carrera y una
vida ilustrando, hasta entonces no lo tenía nada claro. Sucedió de una manera
muy casual. Viajé a la Feria de Bolonia y vi en el stand de su editorial un
libro que me gustaba. Hablé con ella, le mostré mi trabajo y me pidió que le
enviara una historia completa. Lo hice en verano, sin muchas pretensiones y
cuando se la envié me ofreció hacer un contrato y publicarlo. Fue maravilloso
ver cómo algo tan inconcreto: “tal vez algún día pueda publicar un libro, tal
vez algún día pueda vivir de esto”, se hizo realidad de forma contundente. Le
debo mucho a Helen.
Antonio Ventura fue el primer editor español que te dio la
oportunidad de ilustrar, primero en Anaya, y luego en Oxford y en El Jinete Azul. ¿Qué
significa Antonio para ti como editor?
Conocí a Antonio en
Bolonia, el mismo año que a Helen, y al año siguiente ya me dio un libro de cuentos
para ilustrar. Ambos aparecieron de forma simultánea. Creo que hay una
generación entera de ilustradores que le debe muchísimo. Por lo que a mí
respecta le estoy muy agradecida. Y también le agradezco la reiteración de la
confianza, un libro y luego otro y otro. Helen y Antonio son mi madrina y mi padrino en esta profesión. Me abrieron las
puertas de un mundo que parecía muy cerrado y me dieron continuidad en el
trabajo. Antonio ha abierto las puertas a muchos jóvenes, de hecho el primer
libro que me encargó era uno de cuatro volúmenes, todos ilustrados por
ilustradores noveles. Para mí es el editor por excelencia: un editor que cuida
el texto, el libro, que da oportunidades, que junta ilustradores con autores,
que te da libertad, que respeta tu trabajo aunque acabes de empezar… Me dio mucha
confianza cuando más lo necesitaba. Está haciendo una labor impresionante
apostando por ilustradores nuevos. Le recomendaría a cualquier ilustrador novel
que se encuentre con Antonio Ventura en cualquier sitio.
Háblanos de tu colaboración con Gustavo Martín Garzo, tanto
en prensa con la página de opinión en El Norte de Castilla, como editorial en El
pacto del bosque, tu primer álbum en España, o Carmela y su duende.
A Gustavo me le
encontré en una fase más avanzada. También me mostró su confianza, es un
escritor consagrado y sé que si estoy colaborando en El Norte de Castilla es
porque él lo ha pedido, no porque lo haya decidido una tercera persona. Le
estoy muy agradecida por haber confiado en mí, en mi visión de las cosas, que
tiene empatía con ella. A nivel general, me parece que cuando un escritor busca
a un ilustrador y le ofrece un texto a alguien puede cambiar la historia con
sus ilustraciones, eso es un síntoma de gran confianza en ese ilustrador. Buscar
a propósito a un ilustrador significa que el escritor está viendo un punto de
confluencia con su mundo y un punto de confianza muy halagador.
Para terminar esta agradable conversación hablamos un poco
de la actualidad y del futuro. ¿Cómo valoras el clima social, económico o
político que vivimos en la actualidad? ¿Te influye en el trabajo?
Tengo que reconocer que
no tiene mucho que ver. Mi entorno exterior no lo he visto reflejarse nunca en
mi trabajo, en mis ilustraciones quiero decir. En los aspectos prácticos, tengo
la suerte de reconocer que no he sentido esa crisis en mi volumen de trabajo.
Probablemente lo pueda notar en el futuro. Mi trabajo tiene una ventaja y es
que está abierto a todo el mundo, no se circunscribe al ámbito nacional,
trabajo igual con un editor de Madrid que con uno de Australia.
En el aspecto personal,
pues claro que me afecta, como a todos. En el campo profesional, a veces pienso
que no lo tenía más fácil un ilustrador
hace treinta años. Ahora podemos mostrar nuestro trabajo con gran
facilidad, basta con enviar un correo electrónico. Ahora tenemos muchas
posibilidades de ver, Antonio López decía que algunos amigos venías de sus
viajes al extranjero llenos de libros para poder ver lo que se hacía fuera. Es
un mundo difícil, pero ahora hay muchas facilidades. Por otro lado, siempre me
ha parecido muy difícil vivir de este trabajo, es como ser actor o cantante, es
posible que funcione si tienes mucha suerte. Siempre ha estado tan difícil que
era casi imposible que empeorara.
Terminamos con una frase tuya que me gustó especialmente:
“Es como sembrar textos para recoger imágenes”
¿Qué proyectos estás
sembrando y darán fruto a corto o medio plazo?
Tengo tres o cuatro
textos encargados. Acabo de recibir las imágenes de un álbum para Australia y
de momento estoy plantando semillas, pero no las planto con textos, sino con
imágenes. Estoy con un álbum mío que quiero llevar a Bolonia este año, pero no
son textos, son otra cosa. El último trabajo siempre me deja algo, una semilla:
Caperucita surgió de Birgit y Caperucita me ha dejado otras preguntas que busco contestar. Son
preguntas abstractas y las respuestas están en el mundo de las ideas y cuando
consigo bajarlo y ponerlo en papel es cuando empieza el camino de un nuevo
libro, donde están las respuestas.
Muchas gracias por tus libros y por la sensibilidad que
pones en ellos, Beatriz.
Gracias a vosotros.
Breve biografía:
Nació en Valladolid,
1973. Durante su infancia fue una lectora voraz. Estudió Bellas Artes en la Universidad de Salamanca e
Ilustración en la Escuela de Arte de Valladolid. Su carrera como ilustradora
comenzó en 2007. “Mi estilo es
figurativo. Diría que realista, pero no es exacto, porque la mayoría de mis
imágenes son más bien simbólicas, más cercanas a una perspectiva poética que
realista”. Cuando más emocionada y más fascinada está es justo al comienzo,
cuando tiene la historia en la cabeza y aún no se han concretado las imágenes.
O bien, en el caso de un libro propio, cuando la historia aún no se ha
definido. Cuando están todas las posibilidades abiertas y podría llevar la
historia en cualquier dirección. Le gustaría que la experiencia que tuvieran
los lectores al leer un libro ilustrado fuera distinta a la que habrían tenido
al leer ese texto sin imágenes. Compagina la ilustración infantil con la de
adultos y colaboraciones en el diario El
Norte de Castilla. Ha sido seleccionada para la exposición anual y el
catálogo de la Sociedad de Ilustradores de Nueva York 2012.
Selección bibliográfica:
Metamorfosis, de Ovidio. Ed. Anaya, Madrid, 2007.
Los cazadores de pájaros, de Antonio
Ramos. Ed. Progreso, México, 2007.
Secrets. Lothian Books, Melbourne, Australia, 2008.
A las buenas y a las malas, de Teresa Durán, Ed. Anaya, Madrid, 2007.
El vampiro y otros cuentos
rusos, de A.N. Afanásiev. Ed. Anaya, Madrid, 2008.
El enigma de la esfera, Cecilia
Eudave. Ed. Progreso, México, 2008.
El hombre de los dos
corazones, de Ana Merino. Ed. Anaya, Madrid, 2009.
My
baby love, de Meredith Costain. Lothian
Books, Melbourne, 2009.
Frankenstein, de Mary Shelley. Ed. Bruño, Madrid, 2008.
Cuentos de Poe, de
Edgar Allan Poe. Ed. Anaya, Madrid, 2009.
Caperucita roja, de los Hermanos
Grimm. Ed. Oxford, Madrid, 2010.
El pacto del bosque, de Gustavo
Martín Garzo. El Jinete Azul, Madrid, 2010.
La Celestina, de Fernando
de Rojas. Ed. Oxford, Madrid, 2010.
Novelas ejemplares, de
Miguel de Cervantes. Ed. Oxford, Madrid, 2010.
Carmila, de Joseph
Sheridan LeFanu. Nuages, Milan, Italia,
2010.
La sombra del membrillero, de Mónica
Rodríguez. Ed. Edelvives, Madrid, 2011.
Birgit, de Gudrun
Mebs. El Jinete Azul, Madrid, 2011.
Carmela y su duende, de
Gustavo Martín Garzo. Ed. Oxford, Madrid, 2011.
Antología de cuentos de
fantasmas, de Vicente Muñoz Puelles. Ed.
Oxford, Madrid, 2011.
Drácula, de Bram
Stoker. Ed. Anaya, Madrid, 2012.
Little
Red. Logos Edizioni, Modena, Italia, 2012.
Hansel
y Gretel, de Jacob y Wilhem Grimm. Ed. Anaya, Madrid, 2014.
Bird . Simply Read
Bokks, Canadá, 2015.
Caperuza. Ed. Thule,
Barcelona, 2016.
Enigmas. Ed. Thule,
Barcelona, 2016.
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