lunes, 21 de noviembre de 2016

ENTREVISTA A BEATRIZ MARTÍN VIDAL

ENTREVISTA A BEATRIZ MARTÍN VIDAL


 “Me gustan las huellas que dejan las historias abiertas porque lo que queda es un mundo en el que puedes habitar”.



“Es maravilloso trabajar sobre historias que forman parte de la esencia cultural de las personas”.


Al lado de una preciosa pared vegetal, cerca de una pequeña selva vertical madrileña es el encuentro con una de las revelaciones de la ilustración española, con una de las nuevas artistas que enriquecen la literatura infantil internacional, con Beatriz Martín Vidal. La timidez inicial se desvanece a medida que sus palabras van poblando la estancia, como si su voz fuera un encantamiento para sus personajes, en poco tiempo hemos estado rodeados por ellos y nos han acompañado palabra a palabra. Durante la conversación, la ilustradora castellana nos ha dejado ver sus alforjas de memoria y recuerdos, nos ha permitido mirar tras sus ojos pardos y observar la ebullición de sus ideas, de sus planteamientos artísticos y de sus quimeras más lejanas. Gracias, Beatriz, por compartir con los lectores de Peonza una parte de tu vida de ilustradora y por hacer obras repletas de belleza e inquietud.



Iniciamos la entrevista hablando de tus comienzos, de tus primeros años, de tu formación y primeros pasos artísticos. Eras una lectora voraz en tu infancia y juventud, las historias resonaban dentro de ti y se transformaban en imágenes. ¿Qué libros recuerdas que te impactaron más?

Tengo que reconocer, como cualquier niño, que no tenía ningún criterio de calidad a la hora de seleccionar mis lecturas y gran parte de ellas fueron de muy baja calidad, incluso las que más me impresionaron. No lees igual cuando eres pequeño y cuando eres mayor y de pequeño eres sensible y estás abierto a cualquier impacto de las narraciones que te lleguen vía libro, vía cómic o vía película. Recuerdo las historias que se quedaron conmigo, las que me resuenan de mayor, esas son las verdaderamente importantes: como la La historia interminable, Alicia en el país de las maravillas, y muchas colecciones infantiles, como la de Alfaguara. No recuerdo haber leído álbum ilustrado, fui más lectora de novelas desde el principio.


¿Qué tipo de imágenes tenías alrededor que se quedaban en tu interior?

Desde bastante pronto empecé a leer cómics, fueron mis primeras narraciones visuales gráficas, desde el cómic americano al de Disney. Luego el cine fue un gran generador de imágenes. Y también hubo otra influencia muy importante: vivía en la casa de al lado de la escultora Ana Jiménez. Siempre ha sido mi tía Ana, mi madre y ella eran muy amigas y vivíamos casi en familia.  Fue una gran conmoción para mí poder ver el proceso creativo como algo natural, cotidiano y no como algo marginal. Para mí fue importante comprobar que se podía vivir haciendo esto y no hacía falta irse a ningún sitio para lograrlo.



Tus comienzos universitarios se decantaron hacia el Derecho, pero en un momento concreto te fuiste a Salamanca para estudiar Bellas Artes ¿Por qué hiciste luego Ilustración en tu ciudad? ¿Qué te atrajo de ella?

Era una asignatura que cogí en cuarto y que me gustó mucho. Entonces la impartía Miguel Ángel Fernández-Pacheco y no había más que un año. Cuando terminé la carrera hice el curso de formación pedagógica y tenía miedo a dejar de dibujar porque no quería entrar en una inercia sin  plazos y nada que te obligue. Entonces me apunté a la Escuela de Artes y Oficios de Valladolid y cursé Ilustración.


 En 2007, a la edad de 34 años, publicaste tu primer libro como ilustradora y en 2008 tu primer libro propio. A partir de ahí más de una veintena de obras, algunas propias, otras encargos editoriales o proyectos con autores. ¿Cómo te sientes después de estos intensos seis años de trabajo profesional en el mundo de los libros ilustrados?

Me siento completamente feliz y agradecida. El último año de la Escuela de Arte el mundo profesional de la ilustración lo veía como algo completamente lejano y casi imposible. No pensaba  que iba a poder vivir y trabajar regularmente como ilustradora. Me parece que a todos los ilustradores noveles les parece lejanísimo y publicar un libro se ve como un sueño. Solo tengo felicidad y agradecimiento por haber publicado tantos libros en estos años.



Continuamos la conversación abordando el tema de los álbumes. “Un álbum ilustrado abarca varias formas distintas de narrar según cómo se engranen las ilustraciones con el texto. Pueden armonizarse e ir más o menos en la misma dirección, pueden parecer dos historias distintas que al engarzarse crean una tercera historia, incluso pueden contradecirse”. ¿Cuéntanos cómo es el proceso de trabajo en un álbum tuyo para llegar a una de las tres posibilidades que planteas: ir en la misma línea, hacer una historia paralela y formar juntos una tercera historia o ir en sentido opuesto?

Si lo escribo yo no hay ese juego con la historia porque está más o menos claro a medida que lo voy haciendo. Yo no soy escritora, mis historias aparecen en imágenes. Cuando pienso en ellas siempre pienso en una secuencia de imágenes con un texto que las apoya. Cuando el texto es de otra persona, sí se pueden dar esas tres posibilidades.


¿De qué depende que tus ilustraciones vayan en un sentido u otro?

No se me había ocurrido pensar en la causa. Me gusta trabajar con tiempo, leer la historia y dejarla reposar y pensar en ella. Por ejemplo, la novela Birgit es una historia muy dura de una niña que cuenta la enfermedad de su hermana. Cuando la leo, no sé por dónde voy a ir. En principio se me ocurrían imágenes que acompañasen a la historia, pero eso no lo necesitaba el texto, ya estaba narrado. Pensando surgió la secuencia, después me di cuenta de por qué había aparecido, porque es una historia muy lineal, con un solo punto de vista. Tenía una duda sobre la persona que iba a representar, si lo hacía sobre la narradora, sacaba al lector de la historia, así que lo hice sobre la niña enferma. Creo que se trata de dar con lo pide la historia. En Birgit no podían ser imágenes muy crudas porque el texto ya lo es, ni muy complicadas porque la narradora es una niña pequeña y eso me permitió jugar con imágenes más poéticas, más simbólicas. Resumiendo, cada historia pide una solución y no sé porqué la doy  hasta que no la he ilustrado.  



         
Este número de Peonza aborda el tema de los Escenarios fantásticos en los libros desde el punto de vista de escritores e ilustradores. ¿Háblanos de los escenarios en tus libros?

Siempre he estado un poco negligente con los escenarios, a mí lo que me encanta es dibujar personas, siempre he dibujado personas, incluso desde niña  ha sido mi tema central de interés. Mis escenarios, mis entornos suelen estar implícitos y se reflejan a través de las actitudes de los personajes. En Little Red, en la primera secuencia está claro donde se encuentran. En El pacto del bosque los paisajes tienen elementos simbólicos que lo representan, no están los detalles porque sería una sobrecarga visual teniendo los personajes tan presentes y en ocasiones tan cercanos. Los personajes cargan con el peso de la historia y los escenarios detallados recargarían de información de un aspecto secundario.


¿En qué fase de la creación de uno de tus libros te sientes especialmente a gusto?

Cuando más emocionada y más fascinada estoy es justo al comienzo. Cuando tienes la historia en la cabeza y aún no se han cuajado las imágenes. O bien, en el caso de un libro propio, cuando la historia aún no se ha definido. Cuando están todas las posibilidades abiertas y podrías llevar la historia en cualquier dirección. Todo lo demás es un largo proceso de concreción de las ideas que surgen en esta fase, un proceso en que intentas bajar al mundo real eso que en un momento dado sólo existe en tu mente.



“El alma de una ilustración es su parte narrativa”, decías en una entrevista de Antonio Ventura en Babar. Háblanos de cómo la desarrollas en cada una de tus ilustraciones y de los elementos que utilizas para lograrla.

Entiendo que una ilustración es una imagen narrativa tenga o no texto escrito. No todas las imágenes tienen que ser narrativas, hay muchas en la historia del arte que no lo son. La última cena de Leonardo da Vinci es una ilustración por la historia que tiene detrás. Tendría otro significado si no tuviera esa historia, sería un mural bonito, pero perdería el carácter que ahora tiene. Mis ilustraciones desarrollan su parte narrativa de forma sugerida a través de las expresiones, de la mirada de los personajes, en las composiciones hay más movimiento que en las acciones de los protagonistas. No narro con acciones, no hay mucha actividad en mis ilustraciones, no son obvias. A mí me gusta apuntar hacia una narración poco concreta que deje abierto el camino al lector, que no cierre su significado. En este sentido recuerdo el caso del artista estadounidense Norman Rockwell que siempre tuvo el conflicto de por qué sus ilustraciones, grandes óleos, no eran consideradas  grandes obras de la pintura, si era por ser ilustraciones o porque se publicaran. Creo que hay un elemento que tienen las grandes obras y falta en las de Rockwell: son obras completamente cerradas, tienen un significado tan claro que no hay duda de lo que sucede en ellas. Cuando ves una gran obra como Las Meninas de Velázquez, no está muy claro qué está pasando ahí, existe significado abierto que da entrada a los que ven la obra.


Dibujo a  lápiz y color con diferentes técnicas son las herramientas con las que desarrollas tus sensaciones o ideas a través de las imágenes. ¿El equilibrio entre ambos se produce de manera automática o depende del texto, de lo que mueva en tu interior o de otros factores?

He tenido una relación un poco difícil con el color. Me gusta mucho el dibujo monocromático, tanto como dibujante como espectadora. En Bellas Artes me encantaba el volumen, la sombra, los matices, pero me costaba integrar el color. En quinto, mi profesor de Dibujo me dijo que era parte de mi estilo y que no me agobiara con el color. Mis primero libros tienen muy poco color, Secrets, por ejemplo, es una obra casi monocroma, no participa del color, tiene matices, pero nada más. Me reconcilié con el color cuando empecé a verlo como un elemento narrativo. En El pacto del bosque la vida cotidiana tiene colores pardos, cuando entra la magia tiene azules y cuando se resuelve la situación tiene dorados. El color tomó todo su sentido en mis ilustraciones cuando le pude asignar  un significado.




“Todas las historias tienen una huella que es lo que recuerdas cuando piensas en ellas después de un tiempo”. ¿Qué huellas te gusta que dejen las historias en ti?

Es una cuestión de gustos, es como las personas, la impresión que dejan en un primer contacto está formada por múltiples matices. Me gustan las huellas que dejan las historias abiertas porque lo que queda es un mundo en el que puedas habitar. Mis historias favoritas de niña eran las que me creaban un mundo donde yo pudiera jugar, como las de la narrativa clásica inglesa: Ivanhoe, Robin Hood… Actualmente la huella se ha vuelto más sutil, pero el concepto es el mismo, me gusta las historias que me llevan a un lugar de mi interior y me emocionan, que crean un puente entre la lectura y mis emociones, y esas son las historias que se quedan conmigo.


Seguimos hablando de los resultados que tiene tu trabajo: de tus libros en concreto. Empezaremos por los libros que te encargan o que ilustras con textos de escritores. Tu trayectoria está repleta de textos de autores clásicos (Ovidio, Cervantes, Fernando de Rojas, Mary Shelley, Poe, Bram Stoker…) ¿Qué ha cambiado en tu trabajo desde Metamorfosis hasta Drácula?

Esencialmente no ha cambiado mucho, formalmente voy ganando seguridad, técnicamente me siento más completa. Noto la evolución en mi interior, pero desde fuera no creo que se perciba mucho. El modo de abordar los libros no ha cambiado, solo que ahora estoy más acostumbrada a hacerlo, ya sé cómo funciona el proceso, incluso el que parece tan abstracto de generar imágenes: leerlo, dejar que cuaje, buscar referencias…Ahora el proceso de elaboración de imágenes es más metódico.



¿Qué te han aportado los clásicos como ilustradora?

Es una suerte que me hayan ofrecido estas obras. Aportan lo mismo que los cuentos populares: trabajar con historias que están en la cabeza de todo el mundo. Es algo maravilloso trabajar sobre historias que forman parte de la esencia cultural de las personas, y que impregnan  la esencia humana como el deseo, el dolor o el amor. Estas obras las conoce todo el mundo pero no en profundidad. A mí me han aportado una lectura muy atenta y una compresión mayor de su profundo significado y una sorpresa. Drácula, por ejemplo, la leí hace poco tiempo, pero ahora me ha sorprendido que sea una novela epistolar, muy moderna en su estructura, con un concepto muy romántico de los personajes, es muy delicada.


También has ilustrado varios libros de cuentos populares,  de hadas, o de fantasmas. ¿Qué te gusta de estas historias que tienen tanto poso y que se van sedimentando a través de la narración oral y del paso del tiempo?

El texto clásico tampoco es necesariamente el texto real porque es la recopilación de la narrativa oral y la concreción en una versión en un momento dado. Tanto Perrault como los Grimm han resumido como les ha parecido bien. Uno quería dejar una moraleja y los otros hicieron algo más comercial, digamos. Pasa lo mismo que con los clásicos, los cuentos de hadas forman parte del bagaje cultural humano  casi desde que naces. No recordamos cuándo escuchamos por primera vez Caperucita, Blancanieves o Cenicienta, parece que desde que nacemos.





¿No te dio un poco de vértigo cuando te enfrentaste a Caperucita? Lo digo porque hay tantas versiones…

No, fue emocionante, era como chapotear en el subconsciente cultural de mi entorno. Una vez me preguntaron en un coloquio sino me aburría por repetido. Yo pensé que un músico no se aburre cuando interpreta una pieza de Beethoven.  No solo no me aburrí, sino que podría hacer diez Caperucitas, y ya llevo dos. Tiene tantas resonancias, la interpretación es tan amplia y abierta, si bien hay dos versiones que recopilan y crean el canon, todos podemos versionarla e interpretarla.


Háblanos de Caperucita Roja, de lo que supuso para ti, de lo que ha generado desde el primer acercamiento a través del cuento de Oxford, hasta el segundo en el libro Little Red en Logos, o alguno futuro.

Caperucita para mí ha sido muy sorprendente porque no era uno de mis cuentos favoritos cuando era niña. Yo, como todas las niñas, estaba encantada con Cenicienta. No era especial hasta que no tuve que ilustrarla para Orxford. Cuando la leí me resultó muy atractiva y me surgieron tres o cuatro versiones. Tuve que decidirme por una, pero todas eran válidas. Me quedaron pendientes otras, por eso tuve que hacer Litle Red, y no estoy segura de haber acabado con ellas. Caperucita es muy interesante, está en un terreno entre el cuento de niños y el cuento adulto. Tiene muchas interpretaciones y su significado es tan amplio que da mucho juego. Los cuentos clásicos son una obra en formación constante, aunque estén fijados por Perrault y Grimm, pero son historias de tradición oral, son como leyendas urbanas.






Little Red, Secrets, El libro de las preguntas, Bird y otros futuros son ejemplos de proyectos propios que vas generando en tu interior. ¿Qué necesitas contar con estos libros de imágenes?

Cuando creas la actitud es muy distinta a cuando lees. Es muy difícil para mí saber qué quería contar en un libro antes de hacerlo. Después de haber hecho tres álbumes ilustrados, siento que me inquietan más los procesos que las acciones, cómo se transforman, varían, pero mis personajes no hacen muchas cosas. Supongo que necesito contarme a mí misma cosas y el medio que utilizo es a través de libros. Cuando estoy haciendo un libro el proceso es distinto y cuando lo tengo en las manos me doy cuenta de lo que quería contarme. Pienso que sería erróneo saber lo que uno quiere contar desde antes de hacerlo, eso mediatiza y  hace que el libro pierda calidad.


¿Qué “mundos” reales o imaginarios te sirven de inspiración para tu trabajo?

 A la larga, y creciendo con cada trabajo, se va formando un mundo dentro de ti que es de donde surgen todas las imágenes. Se forma con todos los otros mundos, literarios, gráficos y de cualquier otro tipo que te han tocado en algún momento, y se va volviendo más peculiar y más propio con cada dibujo que haces.





Continuamos la entrevista con preguntas sobre tres personas que han confiado en tu talento a lo largo de estos años de carrera artística. La editora de Lothian Books, Helen Chamberlain, fue la primera que publicó un álbum tuyo. ¿Qué supuso para ti que la editora australiana aceptara tu proyecto?

Para mí fue maravilloso, uno de los momentos clave. Fue la primera vez que me hicieron un contrato y pensé que se podía vivir del trabajo de ilustradora, tener una carrera y una vida ilustrando, hasta entonces no lo tenía nada claro. Sucedió de una manera muy casual. Viajé a la Feria de Bolonia y vi en el stand de su editorial un libro que me gustaba. Hablé con ella, le mostré mi trabajo y me pidió que le enviara una historia completa. Lo hice en verano, sin muchas pretensiones y cuando se la envié me ofreció hacer un contrato y publicarlo. Fue maravilloso ver cómo algo tan inconcreto: “tal vez algún día pueda publicar un libro, tal vez algún día pueda vivir de esto”, se hizo realidad de forma contundente. Le debo mucho a Helen.


Antonio Ventura fue el primer editor español que te dio la oportunidad de ilustrar, primero en Anaya,  y luego en Oxford y en El Jinete Azul. ¿Qué significa Antonio para ti como editor?

Conocí a Antonio en Bolonia, el mismo año que a Helen, y al año siguiente ya me dio un libro de cuentos para ilustrar. Ambos aparecieron de forma simultánea. Creo que hay una generación entera de ilustradores que le debe muchísimo. Por lo que a mí respecta le estoy muy agradecida. Y también le agradezco la reiteración de la confianza, un libro y luego otro y otro. Helen y Antonio son mi madrina y  mi padrino en esta profesión. Me abrieron las puertas de un mundo que parecía muy cerrado y me dieron continuidad en el trabajo. Antonio ha abierto las puertas a muchos jóvenes, de hecho el primer libro que me encargó era uno de cuatro volúmenes, todos ilustrados por ilustradores noveles. Para mí es el editor por excelencia: un editor que cuida el texto, el libro, que da oportunidades, que junta ilustradores con autores, que te da libertad, que respeta tu trabajo aunque acabes de empezar… Me dio mucha confianza cuando más lo necesitaba. Está haciendo una labor impresionante apostando por ilustradores nuevos. Le recomendaría a cualquier ilustrador novel que se encuentre con Antonio Ventura en cualquier sitio.





Háblanos de tu colaboración con Gustavo Martín Garzo, tanto en prensa con la página de opinión en El Norte de Castilla, como editorial en El  pacto del bosque, tu primer álbum en España, o Carmela y su duende.

A Gustavo me le encontré en una fase más avanzada. También me mostró su confianza, es un escritor consagrado y sé que si estoy colaborando en El Norte de Castilla es porque él lo ha pedido, no porque lo haya decidido una tercera persona. Le estoy muy agradecida por haber confiado en mí, en mi visión de las cosas, que tiene empatía con ella. A nivel general, me parece que cuando un escritor busca a un ilustrador y le ofrece un texto a alguien puede cambiar la historia con sus ilustraciones, eso es un síntoma de gran confianza en ese ilustrador. Buscar a propósito a un ilustrador significa que el escritor está viendo un punto de confluencia con su mundo y un punto de confianza muy halagador.




Para terminar esta agradable conversación hablamos un poco de la actualidad y del futuro. ¿Cómo valoras el clima social, económico o político que vivimos en la actualidad? ¿Te influye en el trabajo?

Tengo que reconocer que no tiene mucho que ver. Mi entorno exterior no lo he visto reflejarse nunca en mi trabajo, en mis ilustraciones quiero decir. En los aspectos prácticos, tengo la suerte de reconocer que no he sentido esa crisis en mi volumen de trabajo. Probablemente lo pueda notar en el futuro. Mi trabajo tiene una ventaja y es que está abierto a todo el mundo, no se circunscribe al ámbito nacional, trabajo igual con un editor de Madrid que con uno de Australia.
En el aspecto personal, pues claro que me afecta, como a todos. En el campo profesional, a veces pienso que no lo tenía más fácil un ilustrador  hace treinta años. Ahora podemos mostrar nuestro trabajo con gran facilidad, basta con enviar un correo electrónico. Ahora tenemos muchas posibilidades de ver, Antonio López decía que algunos amigos venías de sus viajes al extranjero llenos de libros para poder ver lo que se hacía fuera. Es un mundo difícil, pero ahora hay muchas facilidades. Por otro lado, siempre me ha parecido muy difícil vivir de este trabajo, es como ser actor o cantante, es posible que funcione si tienes mucha suerte. Siempre ha estado tan difícil que era casi imposible que empeorara.


Terminamos con una frase tuya que me gustó especialmente: “Es como sembrar textos para recoger imágenes”  ¿Qué proyectos estás sembrando y darán fruto a corto o medio plazo?

Tengo tres o cuatro textos encargados. Acabo de recibir las imágenes de un álbum para Australia y de momento estoy plantando semillas, pero no las planto con textos, sino con imágenes. Estoy con un álbum mío que quiero llevar a Bolonia este año, pero no son textos, son otra cosa. El último trabajo siempre me deja algo, una semilla: Caperucita surgió de Birgit y Caperucita me ha dejado otras preguntas que busco contestar. Son preguntas abstractas y las respuestas están en el mundo de las ideas y cuando consigo bajarlo y ponerlo en papel es cuando empieza el camino de un nuevo libro, donde están las respuestas.





Muchas gracias por tus libros y por la sensibilidad que pones en ellos, Beatriz.
Gracias a vosotros.


Breve biografía:

Nació en Valladolid, 1973. Durante su infancia fue una lectora voraz. Estudió  Bellas Artes en la Universidad de Salamanca e Ilustración en la Escuela de Arte de Valladolid. Su carrera como ilustradora comenzó en 2007.  “Mi estilo es figurativo. Diría que realista, pero no es exacto, porque la mayoría de mis imágenes son más bien simbólicas, más cercanas a una perspectiva poética que realista”. Cuando más emocionada y más fascinada está es justo al comienzo, cuando tiene la historia en la cabeza y aún no se han concretado las imágenes. O bien, en el caso de un libro propio, cuando la historia aún no se ha definido. Cuando están todas las posibilidades abiertas y podría llevar la historia en cualquier dirección. Le gustaría que la experiencia que tuvieran los lectores al leer un libro ilustrado fuera distinta a la que habrían tenido al leer ese texto sin imágenes. Compagina la ilustración infantil con la de adultos y colaboraciones en el diario El Norte de Castilla. Ha sido seleccionada para la exposición anual y el catálogo de la Sociedad de Ilustradores de Nueva York 2012.




Selección bibliográfica:

Metamorfosis,  de Ovidio. Ed. Anaya, Madrid, 2007.
Los cazadores de pájaros, de Antonio Ramos. Ed. Progreso, México, 2007.
Secrets. Lothian Books, Melbourne, Australia, 2008.
A las buenas y a las malas,  de Teresa Durán, Ed.  Anaya, Madrid, 2007.
El vampiro y otros cuentos rusos, de A.N. Afanásiev. Ed. Anaya, Madrid, 2008.
El enigma de la esfera, Cecilia Eudave. Ed. Progreso, México, 2008.
El hombre de los dos corazones, de Ana Merino. Ed. Anaya, Madrid, 2009.
My baby love, de Meredith Costain. Lothian Books, Melbourne, 2009.
Frankenstein, de Mary Shelley. Ed. Bruño, Madrid, 2008.
Cuentos de Poe, de Edgar Allan Poe. Ed. Anaya, Madrid, 2009.
Caperucita roja, de los Hermanos Grimm. Ed. Oxford, Madrid, 2010.
El pacto del bosque, de Gustavo Martín Garzo. El Jinete Azul, Madrid, 2010.
La Celestina, de Fernando de Rojas. Ed. Oxford, Madrid, 2010.
Novelas ejemplares, de Miguel de Cervantes. Ed. Oxford, Madrid, 2010.
Carmila, de Joseph Sheridan  LeFanu. Nuages, Milan, Italia, 2010.
La sombra del membrillero, de Mónica Rodríguez. Ed. Edelvives, Madrid, 2011.
Birgit, de Gudrun Mebs. El Jinete Azul, Madrid, 2011.
Carmela y su duende, de Gustavo Martín Garzo. Ed. Oxford, Madrid, 2011.
Antología de cuentos de fantasmas, de Vicente Muñoz Puelles. Ed. Oxford, Madrid, 2011.
Drácula, de Bram Stoker. Ed. Anaya, Madrid, 2012.
Little Red. Logos Edizioni, Modena, Italia, 2012.
Hansel y Gretel, de Jacob y Wilhem Grimm. Ed. Anaya, Madrid, 2014.
Bird . Simply Read Bokks, Canadá, 2015.
Caperuza. Ed. Thule, Barcelona, 2016.

Enigmas. Ed. Thule, Barcelona, 2016.


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