jueves, 19 de mayo de 2016

ULISES WENSELL EN EL RECUERDO


Ulises Wensell, la fuerza de la acuarela




Charlar con Ulises supuso un enorme placer y una gran emoción.



Estamos ante uno de los ilustradores pioneros de la

moderna Literatura infantil española. Perteneció a la fructífera

generación de los años setenta, junto con Asun Balzola, Carme

 Solé, Miguel Calatayud, Manuel Boix, José Ramón Sánchez, Luis 

de Horna, Miguel Ángel Pacheco o Karin Schubert entre otros. 
Sus  palabras iban surgiendo desde el profundo conocimiento que 

le daban los muchos años de profesión.

Sus libros se publicaron principalmente en Francia y Alemania. 

Durante los últimos años se produjo un regreso al mercado 

nacional.
Recordamos su trabajo a través de sus palabras, publicadas hace 

ocho años en la Revista Peonza.
Y yo soy uno de los afortunados escritores a los que Ulises pintó  

un libro palabra a palabra.
 


¿Cómo valoras estos treinta y tantos años que llevas ilustrando libros para niños?

No sé si soy el más indicado para valorar tantos años de dedicación
profesional. He tenido la suerte de poder trabajar haciendo
lo que me gusta y he ilustrado, con mayor o menor fortuna, con
aciertos y errores, pero siempre con cariño, muchos libros para
niños. Creo que lo más importante de estos años ha sido vivirlos,
ir acumulando experiencias intentando olvidar las malas y recordar
sólo las buenas. Eso me ha permitido seguir en la brecha, haciendo dibujitos cada día, en lugar de tirar la toalla y dedicarme a otra cosa.

¿Qué ha cambiado desde aquellos años setenta hasta ahora, desde tu punto de vista, en el panorama editorial de nuestro país?

Me parece que el panorama editorial no ha cambiado sustancialmente desde los 70. Entonces ya había magníficos ilustradores e ilustradoras (que ellas me perdonen si las incluyo a partir de ahora en el plural “ilustradores”) y muchas editoriales que dedicaban parte de su producción al público infantil y juvenil, aunque la capacidad adquisitiva de la población no era la de hoy. Algunas de las editoriales con las que trabajé ya no existen, como Doncel, Altea o Miñón, que publicó Don Blanquisucio, el libro por el que me concedieron el Premio Nacional a la Mejor Labor de Ilustración en 1979. Pero han aparecido muchas otras y cada vez se lanzan más libros ilustrados al mercado. Debe de ser porque se venden, de modo que el panorama me parece halagüeño para los autores de la llamada literatura infantil y para los ilustradores, que ahora pueden percibir los derechos de autor que en los 70 no se nos reconocían. Aparte de esto, lo que me parece que ha cambiado sustancialmente es el tipo de ilustración que han venido ofreciendo muchas publicaciones españolas como destinada al público más joven. No recuerdo en este momento quién decía que en la actualidad el libro infantil ilustrado parece más bien dirigido a un público de edad no claramente definida y que la función tradicionalmente confiada a la ilustración, facilitar una lectura comprensiva a los pequeños, había dado paso a la libre expresión y
experimentación artística, quizás más interesante para los adultos
deseosos de novedades gráficas que para los propios niños. Creo que tenía razón. Quizás se ha supeditado la voluntad de aproximarse a la comprensión infantil y la voluntad de servicio al texto a la búsqueda de formas novedosas y sorprendentes. Pero quizás haya sido para evitar caer en la simplificación gráfica de los tradicionales dibujos animados. Ya había mucho de eso en el mercado.


¿Cómo ves tu trayectoria una vez discurrido todo este tiempo?

Creo que he dicho alguna vez que no podría describir mi trayectoria
como una línea recta, sino más bien como una espiral en torno
a un mismo centro de interés; que he ido abandonando y retomando
ciertos modos de hacer, ciertas características de estilo y ciertas técnicas, pero que en mis primeros libros ya había algo que sigue estando en los últimos: la intención de expresar y transmitir
sentimientos y emociones, tratando de que los personajes dibujados
parezcan verosímiles y capaces de experimentarlos en lugar de estilizadas abstracciones gráficas. Creo que mi misión como ilustrador es conectar con la afectividad infantil y transmitir a los
pequeños lo que hacen y sienten los personajes de las historias que
ilustro. Me parece que eso facilita su identificación con ellos y que
se interesen en seguir la historia narrada.

¿Estás satisfecho con el trabajo que has realizado? ¿Y te sientes considerado por los lectores, editores, críticos…?

En ese sentido, me siento satisfecho del trabajo realizado. Hay muchos niños a los que les gusta lo que hago y ante la muy favorable reacción del público al contemplar la exposición antológica que me han organizado en el Centro Cultural Casa de Vacas del Parque del Retiro de Madrid, tengo que sentirme orgulloso y feliz.
Me siento bien considerado entre mis compañeros de profesión
que me concedieron el Premio APIM en 1993, y por todos los que
han apoyado que este año fuera yo el candidato por España al Premio Internacional Andersen, aunque no tenga muchos libros publicados aquí. Y tengo que agradecer a los profesores, bibliotecarios, libreros, autores, ilustradores y críticos que participaron en la selección, la inclusión de dos de los álbumes que yo ilustré en la lista de los treinta que compondrían la “Biblioteca Ideal de los Niños del Siglo XXI”. Me hubiera gustado tener más presencia en las librerías en todo este tiempo, claro está, pero aquí se estaba intentando orientar el mercado hacia otro tipo de ilustración.


Pero tu obra está más presente a nivel internacional…

Sí, es en el ámbito internacional donde mi trabajo ha sido mejor
acogido y valorado. Las directoras de mis habituales editoriales
de Francia o Alemania me han enviado unas páginas tan elogiosas
para incorporar a mi “Book” de presentación al Andersen que me
han emocionado y tengo fieles seguidores en muchos países. Quizás eso explica los más de quinientos números de ISBN con que
cuenta mi bibliografía.

¿Qué libros te han dejado mejor sabor de boca? ¿Con cuáles te sigues sintiendo muy identificado?

Los libros que me han dejado mejor recuerdo son todos aquellos
que supusieron un reto para mí y que conseguí sacar adelante sin
traicionar mis propias expectativas. No me resultó fácil conseguir
que los personajes que rodeaban a El niño que tenía dos ojos no parecieran monstruitos al tener sólo uno, o representar el mundo gris y transparente que ellos veían. Y fue un reto para mí dar una imagen no muy terrible a Don Blanquisucio, aquel pequeño dictador que no admitía más colores que el blanco en su mundo amurallado, o representar el asombro de la niña que descubría fuera de la muralla los colores de la libertad. Tampoco me resultó fácil dar con la imagen de El tragaldabas o del Petit monsieur tout seul que hoy sigue siendo uno de mis personajes más queridos…, o conseguir que la breve narración de un paseo de un niño con su abuela contuviera ilustraciones capaces de interesar y conmover al
público japonés que me otorgó por ese libro el “Owl Prize” en
1985. También fue un reto encontrar una imagen adecuada pera
representar el Pozo del Agua de Vida o los reyes magos y los pastores que siguieron la estrella, por distintos caminos, hacia El Pesebre de Joan Alavedra. Quizás el mayor de los retos fue ilustrar Las Bellas Historias de la Biblia para el público infantil, tratando de huir de la habitual ilustración de tipo realista. Pero también me siento satisfecho de mi experiencia con los libros con ventanas que se abren y permiten ver lo que se oculta detrás… Y de mis cartas para juegos de imaginación… Y de haber logrado que Valentín,
un simple gusano verde, tuviera tantas posibilidades de expresar
sentimientos humanos y resultara un personaje entrañable… Y de
que mis elefantes, gatos, osos o búhos parezcan reales sin ser realistas y los niños se identifiquen con ellos y sus aventuras. Yo me siento identificado con todos esos protagonistas. Son muy míos.


¿Cómo te planteas la realización de un libro? Cuéntanos cómo evoluciona tu proceso creativo en la actualidad.

Para mí, cada libro es un mundo y sus características me sugieren
un modo determinado de ilustrarlo. He experimentado diferentes
técnicas y estilos, pero siempre procurando adecuarme al carácter de cada texto y expresar el eco sensible que despertaba en mí su lectura. Por lo general, después de elegir los pasajes que voy a ilustrar y de buscar la imagen que creo adecuada para los personajes, hago pequeños bocetos a lápiz de las escenas elegidas para que la historia pueda seguirse. Luego estudio la entonación y la compaginación y opto por determinada técnica.

¿Ha variado mucho con el paso del tiempo?

Mi proceso creativo no ha variado mucho a lo largo del tiempo,
pero ahora me interesa más la ambientación y utilizo más el ordenador para hacer bocetos a color. He ilustrado un libro La boite aux mots interdis, editado por Bayard, empleando sólo el ordenador, y quedaba bien, pero no quiero volver a hacerlo. Me gusta trabajar con los pinceles y colores, sobre el papel, y poder tener los originales en las manos. Lo que me preocupa es que ciertos materiales no se mantengan siempre inalterables, como el acrílico o el óleo.


¿Qué quieres transmitir a los lectores con tus imágenes? ¿Qué es lo que más te interesa que los niños vean en tus ilustraciones?

Siempre he intentado transmitir sensaciones, sentimientos y emociones. La alegría de un encuentro, la tristeza, la soledad, el miedo, la amenaza de una figura entre la niebla, un especial brillo de la luz en el agua y, en fin, todo lo que facilite a los niños implicarse emotivamente con lo narrado. También me interesa que los pequeños puedan ver representados los ambientes en los que transcurre la aventura, que no siempre están descritos en el texto o que no podrían imaginar con la simple lectura. A veces eso requiere cierto trabajo previo de documentación, aunque luego no se note, porque mi interpretación visual no resulta, evidentemente, realista o naturalista.


¿Qué entiendes por álbum ilustrado? ¿Cómo te lo planteas?

No sé si existe una definición consensuada y aceptada para el término “álbum”. Yo considero como tal el libro ilustrado de gran formato o de formato mayor que el tradicional libro de bolsillo y con grandes imágenes en cada doble página o en todas las páginas, en las que se distribuye un texto narrativo no muy extenso. Suele estar encuadernado en tapa dura (aunque también permite encuadernaciones en rústica y reducciones) y en él tiene especial importancia y relevancia el aspecto visual. Según eso, entiendo que han de considerarse álbumes los libros de las series destinadas a la educación preescolar que publicó la Editorial Santillana, los de la colección “Primera Biblioteca” de la Editorial Altea, o los “Libros para mirar” de la misma editorial, que publicó también la serie de “Los Derechos del Niño”, de mayor formato y con todas las características precisas para considerar “álbum” a cada título. Esa serie fue uno de los grandes éxitos de ventas de aquellos años que se han reconocido como los del gran “boom” del libro infantil ilustrado español. Se editó en muchos países. Y tengo que agradecer a Miguel Azaola, director de la editorial en aquellos tiempos, la información de que bastaba enseñar los dos libros que yo ilustré para despertar el interés de los editores en las ferias de Bolonia o Frankfurt. Dado el éxito de los álbumes de producción española en los setenta, cabía esperar que se consolidara esa modalidad de edición, que había demostrado ser muy apreciada por los niños y, además, muy exportable, pero no fue así. Muchos profesionales, conscientes de la importancia de la ilustración para el éxito de las ventas, salimos a buscar fuera el reconocimiento
de derechos de autor que aquí no se nos reconocían. Y, poco a poco, los editores españoles se desinteresaron por esa modalidad
de edición. Ya se había gestado otro “boom”, el del libro de bolsillo
para niños y jóvenes, de producción más barata, que podía promocionarse en las escuelas y dar algo de trabajo de supervivencia a los ilustradores, que estaba apoyado por una crítica que consideraba elitistas, caros y faltos de densidad textual a aquellos álbumes de mayor formato que quizás hubiera debido apoyar y promocionar como primeras lecturas y como educadores de la sensibilidad, la inteligencia emocional y el gusto estético de los pequeños.

¿Para ti es más que un libro, el libro por antonomasia, o es sólo un libro más?

Ahora el álbum parece haberse revitalizado, pero no creo que pueda considerarse “el libro por antonomasia”, es un libro más, pero un tipo de libro muy importante para los profesionales de la ilustración, para los niños no lectores o primeros lectores que pueden contemplar las ilustraciones al tiempo que escuchan o leen las narraciones, e incluso para los adultos interesados en los diversos estilos de los creadores de imágenes.

¿Con qué personajes te sientes más cómodo: los animales, los niños…?

Los animales me parecen tan capaces de expresar sentimientos y
emociones como los seres humanos, sean niños o adultos. Y me
encanta ilustrar historias en que aparezcan como protagonistas o
tengan un papel importante en la narración, sean perros, gatos,
patos, osos o elefantes. Durante muchos años he estado ilustrando
para una revista francesa una serie de breves historias en viñetas
en las que aparecían como protagonistas un niño y su enorme
perro peludo, que era totalmente negro y al que raramente se le
veían los ojos, pero que pese a eso resultaba muy expresivo. Y me
he atrevido a ilustrar muchos libros cuyo protagonista es un gusano
rodeado siempre de insectos, y que se enfada, llora o baila de
alegría como un niño cualquiera.


¿Qué le aportan a tus imágenes?

Creo que lo que los animales aportan a mis ilustraciones es variedad, notas de humor y cierta gracia expresiva y tierna. Los textos de Paloma, mi mujer, me han permitido dibujar muchos. Resultaría un poco aburrido tener que dibujar siempre y solamente personajes humanos.

Gran parte de tu obra se publica en editoriales extranjeras. ¿Es muy
diferente la forma de trabajar en China, Suiza… o España?

He trabajado principalmente con dos editoriales extranjeras, la
francesa Bayard y la alemana Ravensburger, con las que contacté
hace años, pero muchos de los libros que he hecho para esas editoriales han interesado a otros editores y se han publicado en
Japón, Corea, China, Grecia, Finlandia... No creo que la forma
de trabajar de los editores españoles sea muy diferente a la de los
editores extranjeros, pero aquí las tiradas suelen ser más cortas,
no conozco exactamente los motivos.


Eres el candidato español al Premio Andersen 2008, ¿estás ilusionado ante la posibilidad de ganarlo, eres escéptico…?

Para esta convocatoria del Premio Andersen de Ilustración, y por
primera vez en su historia, se han propuesto nada menos que 30
candidatos correspondientes a 30 países y todos son brillantes profesionales. Creo que será una convocatoria muy “reñida”. No
quiero alentar grandes expectativas. Como es natural, me haría
una enorme ilusión conseguirlo como candidato propuesto por
España, que no lo ha obtenido nunca.

¿Qué supondría para tu carrera convertirte en el primer ilustrador de habla hispana que lo logra?

Ya supone un honor y una gran satisfacción para mí haber sido
propuesto, pero la posibilidad de lograrlo es sumamente emocionante.
Sería un espaldarazo para todos los ilustradores de nuestro país y del mundo hispano que, como yo, se esfuerzan cada día para que el libro ilustrado tenga el reconocimiento que merece y, para mí, el broche de oro a una larga trayectoria profesional.

¿En qué proyectos futuros te encuentras trabajando ahora? ¿Qué trabajos te ilusionan en estos momentos?

Lo que me ilusiona en estos momentos es poder seguir trabajando
en cualquier nuevo proyecto. Me han pedido en Alemania un
libro con elfos y “efectos especiales” y estoy intentando entrar en
ese mundo. Después de tantos años de dedicación profesional aún
sigo deseando crear ilustraciones con cierto encanto que puedan
disfrutar los niños.

Gracias, Ulises, por tus palabras y por tus imágenes, y mucha suerte.



Breve biografía:

Ulises Wensell (Madrid, 1945/2011), ingeniero técnico químico por formación y pintor e ilustrador autodidacta por vocación y decisión personal, conoce los secretos de la pintura viendo trabajar a su padre.
A lo largo de su trayectoria profesional ha obtenido numerosos premios por su trabajo: “Premio Nacional de Ilustración” otorgado por el Ministerio de Cultura (1978), “Premio Lazarillo” (1979), Mención Especial del Premio de la Crítica “Serra d’Or” de Barcelona (1995), el “Owl Prize” otorgado en Japón por votación popular (1985), los colectivos “Janusz Korzak” y “Jane Adams”, así como el “Premio de la Asociación de Ilustradores de Madrid” (APIM), en 1993. También ha figurado en la “Lista de Honor de los Premios Andersen”y recibido diversos diplomas y menciones honoríficas en distintas exposiciones.
En 1988 fue seleccionado, junto a otros veinticuatro ilustradores
de todo el mundo, para participar en el 25º aniversario de la Exposición de la Feria de Bolonia. Ese mismo año, en el marco de dicha Feria, obtuvo un diploma “Critici in Erba”.


Bibliografía seleccionada:


El viaje de nunca acabar. Miguel Ángel Pacheco y J.L. García Sánchez. Altea, Madrid, 1976.

El mandarín y los pájaros. Fernando Alonso. Santillana, Madrid, 1976.

Don Blanquisucio. María Luisa Seco. Miñón, Valladolid, 1978.

El hombrecito vestido de gris. Fernando Alonso. Alfaguara, Madrid, 1978. Kalandraka, 2014.

El duende y el robot. Fernando Alonso. Miñón, Valladolid, 1981.

El libro loco de todo un poco. Gloria Fuertes. Escuela Española, Madrid, 1981.

Histoire du petit monsieur tout seul. Barbro Lindgren. Bayard, París, 1982.

Spatzen brauchen keinen Schirm. Ursel Scheffler. Ravensburger, 1983.

Cuentos de “el perro, el ratón y el gato”. Antoniorrobles. Miñón, Valladolid, 1983.

La Bible. Les belles histories de l’Ancien et du Nouveau Testament. Marie-Hélène Delval. Bayard, París, 1995.

Quién tiene tiempo para el Osito. (Ursel Scheffler). Juventud, Barcelona, 2000.

Le petit Chaperon Rouge. Charles Perrault. Bayard, París, 2000.

Ana Matías y los imposibles. Santiago Roncagliolo. Siruela, Madrid, 2006.

¡Espera, ya voy! José Luis Berenguer. Diálogo, Valencia, 2007.

El Pequeño Búho y la Gran Luna. Paloma Wensell. Lóguez, Salamanca, 2007.

Las nanas de Miguel. Javier Sobrino. Ed. SM, Madrid, 2010.

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